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Uruguay

Uruguay, la guarida: etarras, islamistas, científicos asesinos, carapintadas y narcos – por Gabriel Pereyra

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Gabriel PereyraEl país ha sido un santuario para gente “quemada” que nunca aserró la rama en la que estaba parada.

“América del Sur es casi por definición una región cómoda para la actuación de organizaciones terroristas”, dijo esta semana al diario argentino La Nación Shabtai Shavit, exjefe del Mossad (servicio secreto exterior israelí).

Cuando algún miembro de los servicios de Inteligencia de países con intereses en Uruguay (básicamente el Mossad y su similar estadounidense, la CIA) lanzan un alerta, se le atribuyen intencionalidades aviesas, lo que parece lógico cuando se trata de servicios cuya tarea muchas veces se basa en la mentira o las apariencias. El peligro no es tal, se piensa, quieren hacerlo mayor para que la Policía local esté atenta y lista para asumir riesgos en un país donde parece que nunca pasa nada.

“Se equivocan los que piensan que en Uruguay nunca pasa nada”, dijo en su momento el viceministro del Interior luego de que la Policía desarticulara en Montevideo un brazo del cartel de Sinaloa, la mayor organización de narcotráfico del mundo.

Es un hecho que este perdido rincón vive en una nube donde lo que pasa en el resto del mundo parecen imágenes de otro planeta y que vive bajo la premisa de que las cosas le pasan a otros. “En Uruguay nunca pasará nada a escala mundial”, escribió el estadounidense Normal Mailer en su novela de espionaje El Fantasma de Harlot.

Esa sensación no la tienen solo los uruguayos, sino también muchos prófugos trotamundos que buscan un santuario, donde nadie imagine que podrían estar y, si están, nadie imagina que harán nada malo.

En la década de 1990 nos desayunamos que algunos de los amables cocineros del restaurante vasco La Trainera estaban siendo buscados en España por pertenecer a la banda terrorista ETA. Su extradición, la marcha del Filtro que se opuso a esa medida del gobierno y la brutal represión callejera que terminó con un muerto forma parte de las páginas negras del Uruguay reciente.

En esa misma década, pero con mucho menos repercusión, se supo que la Compañía de Contrainformación del Ejército le estaba dando protección en Uruguay a varios carapintadas argentinos que estaban requeridos en la vecina orilla. Uno de ellos, un experto en tanques llamado Pedro Coni estuvo alojado en un apartamento del Cordón que era propiedad de la Inteligencia Militar. Un grupo de oficiales que quería hacer caer al comandante en jefe Guillermo de Nava filtraron la información, pero el asunto no pasó a mayores.

Sin embargo, la propia Inteligencia militar cometería una tremenda desinteligencia en 1992 cuando le dio protección al chileno Eugenio Berríos, una especie de científico del mal al servicio del dictador Augusto Pinochet. Por razones que se desconocen, Berríos escapó de lo que parecía ser su guarida y pidió ayuda en una seccional policial de El Pinar. Los militares se lo llevaron y hoy figura como muerto en ese balneario en 1992. Tres militares uruguayos fueron extraditados a Chile acusados de secuestro.

Sobre el final de los 90 la CIA alertó a los servicios uruguayos acerca de que una célula terrorista islámica ingresaría a Uruguay. Se detuvo primero a Hisham Al-Tarabili Aka Bilal y Mahammad Abu Al-Hez quienes había venido a buscar el refugio del tranquilo Uruguay. Luego cayó el que parecía el líder del grupo, el egipcio El Said Mahamed Ali Mokhles. Estaba en el Chuy con un pasaporte falso malayo fabricado en Ciudad del Este. Fue detenido y extraditado a su país ya que estaba acusado de pertenecer al grupo Al-Gama Al-Islamiya, brazo de Al Qaeada que en 1997 mató a 62 personas, en su mayoría turistas, en el templo de Luxor.

Pero el más resonante caso de un hombre peligroso que haya estado en Uruguay presuntamente pergeñando dolor, fue el de Moshen Rabbani, quien a mediados de los 90 fuera consejero cultural de la embajada de Irán en Montevideo. De esto sabía bastante el finado fiscal argentino Alberto Nisman, que murió sospechosamente antes de presentar su informe sobre el atentado a la AMIA que en 1994 le costó la vida a 85 personas en Buenos Aires.

Cuando Nisman convocó a un juez y a un agente de inteligencia uruguayos a Buenos Aires les dijo que el presuntamente no cabía para Rabbani. Qué el tenía la certeza y la información que lo respaldaba, que parte del atentado se organizó en una casa del barrio Villa Dolores de Montevideo.

Las investigaciones en Uruguay demostraron que efectivamente esa casa la había comprado Rabbani. Hoy la casa está abandonada, el caso en Uruguay se cerró por falta de pruebas para seguir avanzando y Nisman ya no está para recordarnos lo peligroso que podía llegar a ser Rabbani.

Con el paso de los años los que empezaron a llegar a Uruguay fueron otro tipo de extranjeros, igual de peligrosos, al menos en sus países de origen: narcotraficantes de diversa nacionalidad, sobre todo colombianos y mexicanos.
Uno de esos pesados fue Juan Diego Montoya Bernal, alias ‘el Mechas”, perteneciente al cartel de los hermanos Beltrán Leyva.

También estuvo en Uruguay, antes de volar hacia Brasil, el colombiano Alexander Pareja, quien terminó preso gracias a la colaboración que la brigada de Drogas de Uruguay brindó a la Policía de Brasil.

También cayó preso en Montevideo el israelí Yehoram Elal, llamado el rey del éxtasis. Se fugó luego de sobornar a varios guardiacárceles. Luego cayó preso en Río de Janeiro.

En los últimos días, como cerrando el círculo del caso AMIA, se supo que el super espía argentino Horacio “Jaime” Stiusso, que parece haber jugado un papel central en la muerte de Nisman, frecuentaba Montevideo y Punta del Este (donde la Inteligencia argentina tiene una base) y usaba a la capital uruguaya como vía de salida hacia otros destinos. Su último periplo fue entrar a Uruguay por Paysandú y salir del país por Rivera rumbo a Brasil.

El sitio web de la Hispanic American Center for Economic Research (Hacer) una de esas organizaciones no gubernamentales que siempre están bajo la sospecha de ser voceros tapados de la CIA, informó: “Uruguay es un país tranquilo, separado por un río del país con más ciudadanos judíos de América Latina (en alusión a Argentina). Uruguay ha visto pasar a los que organizaron el atentado a la AMIA y a la embajada de Israel en Buenos Aires. También ha sido testigo de maletas llenas de dinero K con destino final a Suiza”.

“Los servicios (de Inteligencia) de varios países instalados en la región hace ya largo rato que han puesto sus ojos en este país (y) en ciudadanos iraníes que viajan con pasaportes venezolanos”, añadió en alusión a una información no desmentida según la cual hasta hace unos años pasaban por Montevideo un promedio anual de 10 iraníes con pasaportes falsos venezolanos.

Lo que informa Hacer, como las palabras del exespía del Mossad, ¿son cortinas de humo para que las autoridades locales no bajen los brazos? Pueden serlo. Pero la historia reciente muestra que, efectivamente, no estamos afuera del mundo y que no es un delirio pensar que, contra lo que sostuvo Mailer en su fantástica novela, Uruguay puede llegar a ser un día, tristemente, noticia a nivel mundial.

* Gabriel Pereyra es periodista, editor jefe del diario El Observador. @gabrielhpereyra

Fuente: El Observador (Uruguay)

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