El confuso caso diplomático en torno a Irán evidencia la ausencia de sólidas líneas constantes en materia de política exterior.

La mayor gravedad del confuso intríngulis diplomático en torno a Irán radica en la renuencia del gobierno a aclararlo. A nadie sorprende que uno o más miembros de la embajada iraní en Montevideo nieguen el holocausto judío bajo Hitler, generen sospechas sobre un posible pero no concretado atentado y en general desaten hostilidad contra Israel. Pese a que el actual gobierno de Teherán se muestra menos belicoso que su anterior presidente Mahmud Ahmadineyad, que prometió borrar a Israel del planeta, Irán sigue siendo enemigo del Estado judío. Pero esta enemistad no explica el manto de silencio o las medias tintas aclaratorias de la administración Mujica, que dejan mal parada a su oscilante y a veces errada política exterior.

El canciller Luis Almagro negó, en un comunicado, que se hubiera expulsado a un diplomático iraní por presunta colocación de un paquete sospechoso cerca de la embajada de Israel, según había informado un diario de ese país. Pero nada dijo sobre las circunstancias en que se produjo la apresurada salida de nuestro territorio de un diplomático que, además de hostigar a Israel, interfirió en los asuntos internos de Uruguay al involucrarse en apoyar a un grupo radical de izquierda opuesto al Frente Amplio. El caso de la representación diplomática de Irán en Uruguay coincide, aunque se ignora si está enlazado con la sospechosa muerte en Buenos Aires del fiscal Alberto Nisman, el día anterior a que denunciara ante el Congreso a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a su canciller Héctor Timerman por presunto encubrimiento de altos funcionarios iraníes en el atentado contra la mutualista judía AMIA en esa ciudad a cambio de facilidades comerciales.

El actual gobierno uruguayo, que también tiene a Irán como comprador de algunas exportaciones, dio tiempo atrás un drástico vuelco en nuestra tradicional política exterior de apoyo a Israel al optar por bienquistarse con la nación persa y respaldar a los palestinos, cuyo brazo armado Hamas es acusado internacionalmente de terrorismo. Su posición coincidió con el acercamiento a Irán del kirchnerismo y de la Venezuela chavista. Últimamente la administración Mujica puso algo de marcha atrás y ha buscado recomponer relaciones con Israel, luego de protestas de su gobierno y de la comunidad judía en nuestro país.

Estas oscilaciones, así como las cambiantes actitudes ante las restricciones económicas que nos impone el régimen kirchnerista de Argentina, desde tolerante complacencia a sonoras quejas, evidencian la ausencia de sólidas líneas constantes en materia de política exterior. Se le agrega el error de su defensa a ultranza de los regímenes menos democráticos del continente, desde la dictadura cubana hasta los gobiernos autoritarios de Venezuela, Ecuador y Bolivia, que han hecho trizas la división de poderes y muchas de las libertades que caracterizan a todo estado de derecho. Y escaso prestigio le aportan ahora al gobierno las aclaraciones que poco y nada aclaran en este tortuoso episodio en torno a la embajada iraní en Montevideo. Cómo será el enredo que hasta el presidente, que de todo habla y opina y responde a cualquier pregunta, se negó en forma adusta a decir una palabra sobre el caso iraní. Pero no puede ignorarse el derecho de la ciudadanía a conocer la verdad de lo ocurrido, obligación de transparencia gubernamental que, en esta oportunidad, ha quedado por el camino.

Fuente: El Observador (Uruguay)