Las acusaciones ya no involucran solo al gobierno, sino a la persona del presidente.

Lo realmente grave y distinto del megaescándalo de corrupción en que se viene empantanando el gobierno es que las acusaciones no versan sobre el régimen únicamente, sino directamente sobre la persona del presidente. En otras palabras, lo que sus opositores buscaron por años encontrar en Alan García o Alberto Fujimori —y que jamás hallaron— ahora cobra alta probabilidad de ser corroborado en la primera figura política de la nación. Tan grave como triste.

Como es imposible creer que no lo sabía él como cónyuge, la acusación que pesa sobre la esposa del presidente de haber recibido dinero del gobierno venezolano —a través de un tercero— para financiar su campaña de 2011, agrava notablemente su ya delicada situación. Porque esta vez la base no es la sospecha fruto de la suspicacia del analista o del periodista, sino informes concretos de la Unidad de Inteligencia Financiera. Y lo peor: porque esta acusación encaja perfecta en el rompecabezas del caso de un Belaunde Lossio que necesita “salvar el cuello” a cualquier costo.

Curioso destino de los ‘pontificadores de la moral pública’ que afirmaban en 2011 que en Ollanta había sospechas pero que en sus rivales había certezas. En 2015, sospechas y certezas parecen tener un único destinatario.

Fuente: Político.pe (Perú)