Siendo estudiante universitario, siempre me hice una pregunta: ¿Por qué si mis profesores aman tanto las tendencias socialistas, no aplican sus convicciones en el salón de clase?

Por esa misma razón, me sorprendió la metodología experimental que adoptó recientemente un profesor de Economía en una universidad en Texas. El profesor le dijo a la clase: “De ahora en adelante todas las calificaciones serán promediadas y todos recibirán la misma nota; así nadie reprobará.” Claramente, su metodología estaba de acuerdo a políticas de redistribución que tienen la buena intención de evitar desigualdad social.

Y así fue. En el primer examen todas las puntuaciones se promediaron y cada estudiante obtuvo una B. A simple vista uno pensaría que todo resultó de maravilla. No fue tan así, ya que los estudiantes que se esforzaron estudiando estaban molestos. Sin embargo, los que no estudiaron tanto estaban más que contentos. Al acercarse la fecha para el segundo examen, los que no estudiaron decidieron repetir la estrategia, y los que sí, decidieron que querían pasar con poco esfuerzo también.

La calificación promedio del segundo examen fue una D. Como se puede imaginar, nadie estaba contento. Al cabo del último examen, la nota promedio fue de F. Era obvio, que después de cierto tiempo, nadie quería esforzarse para beneficio de otro y todos reprobaron.

El experimento de aquel profesor es una clara analogía de lo que sucede en nuestra sociedad. Los estudiantes que sacaban A no estaban dispuestos a trabajar por los que no estudiaban. Así que en vez de que algunos salieran bien y otros mal, todos salieron mal. Al final, hubo igualdad; todos reprobaron. Los estudiantes que hubieran fracasado de todos modos culpan a los egoístas que hubieran sacado A. Si tan solo ellos se hubieran sacrificado por los que no estudiaban, todos hubieran aprobado con C.

Si bien el Socialismo es un “Zombie” (está muerto pero todavía no lo sabe), sus políticas de redistribución de riqueza en busca de justicia social siguen presentes en nuestro sistema. Vemos estas tendencias de redistribución cada vez más en el creciente número de programas gubernamentales. Ejemplo de ello es la tan famosa Red de Oportunidades. ¿Y qué decir del Fondo Especial de Compensación de Intereses (FECI)? Y ni hablar de cómo se está manejando la Caja de Seguro Social. Por más bien intencionadas que sean estas políticas, los resultados siempre son contraproducentes para los pobres y los necesitados. Siempre termina habiendo una relación inversa entre redistribución e igualdad, y tal vez sea hora de analizar los verdaderos efectos que tienen estas políticas en nuestra sociedad.

Nuestros políticos parecen empecinados en culpar a terceros por no hacer su parte. Pero tal vez sea hora que nuestros políticos se hagan a un lado y nos dejen tomar responsabilidad como individuos. Los impedimentos al progreso no son impuestos por la elite ni los ricos, sino mayormente por la expansión del Estado en que vivimos. Esperemos poder tomar las riendas de esta expansión antes de que ella termine por eliminar todo incentivo de superación y responsabilidad personal.

* Caleb Delibasich es miembro del Círculo Bastiat de la Fundación Libertad de Panama.

Fuente: Fundacion Libertad (Panama)