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Panama

Panama: El año nuevo en el que no se celebró la igualdad – por Javier Yap Endara

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Soy uno de los miles de jóvenes que deseamos combatir la pobreza en Panamá. ¿Miles? Me atrevo a decir que somos cientos de miles. Todos buscamos nuestro propio criterio sobre cómo atacar la pobreza, y, dependiendo de él, podrá nuestra generación hacer la diferencia.

Reflexionemos sobre una gran preocupación nacional: la distribución de riquezas. Se basa lógicamente en que los ricos tienen mucho, y los pobres nada. Justamente cuestionamos: ¿Por qué los ricos necesitan tanto? ¿No tienen suficiente ya? Debemos analizar cuidadosamente estas preguntas para ver si nos llevan al camino correcto.

Para estas interrogantes, surge la siguiente como respuesta: ¿Qué hacen con sus ganancias? Ciertamente nadie se sienta encima de su dinero. Por el contrario, siempre se reinvierte, se consume, o se ahorra, produciendo más trabajos. Esta inversión puede ser expandiendo o creando empresas, comprando productos a otra, o ahorrándose en un banco que lo presta a otro inversionista. Es aquí donde se derrumba la falacia de redistribución. Sin intervención estatal, cada una de estas acciones genera más empleos, pues crea oportunidades y paga salarios en otros sectores. Por ello, los países con menos intervención tienden a crear más oportunidades privadas.

Al no ser este mecanismo fácil de ver, se retrocede a la premisa de Marx en donde en cada intercambio alguien gana y alguien pierde. Según él, hay riquezas limitadas y si se las llevan unos no va a quedar para otros. Totalmente equivocado. Las riquezas se crean a través del libre intercambio, pues ambas partes salen ganando al valorar subjetivamente más lo que reciben a lo que dan, y por eso es voluntario. Antes de la explosión capitalista, hace 260 años, todos menos los privilegiados eran extremamente pobres. Hoy no lo son, pues el libre mercado sigue en el proceso de crear riquezas donde no las había, aunque es interrumpido por políticas socialistas que no asimilan las consecuencias de su obligada redistribución.

Este desconocimiento ha llevado a países como Venezuela y Cuba a la penumbra. Y usemos casos centroamericanos. Durante 1998-2007, Panamá fue el que más aumentó la brecha entre ricos y pobres, mientras que El Salvador, Guatemala y Nicaragua fueron los que más la disminuyeron. Si la igualdad fuera algo positivo, ¿ellos no deberían estar celebrando su igualdad? Por el contrario, desearían tener las oportunidades que existen en Panamá, debido a que acá esa brecha se expande conjuntamente hacia la riqueza, y en aquellos países esa brecha se reduce conjuntamente hacia la pobreza. La utópica repartición de riquezas termina por repartir pobreza pues ahuyenta inversionistas y su dinero hacia otros países. Por esto es importante el crecimiento económico del sector privado. Además, cada dólar que un Gobierno quita al individuo es un dólar menos invertido, y un dólar más utilizado políticamente. Reconociendo esto, los pobres son los verdaderos perjudicados con algunos impuestos pues reciben menos oportunidades por falta de inversión. ¡Los pobres no quieren paternalismo, quieren oportunidades!

Lo deseable,  no es que los ricos tengan menos y salgan huyendo, si no que los pobres tengan más. Lo que se debe no es eliminar la desigualdad, si no reducir la pobreza. Pobreza y desigualdad son cosas totalmente distintas. Me molesta enormemente que el 16% de los panameños sigan en pobreza extrema. Me decepciona no que unos se hayan enriquecido, si no que otros no puedan salir adelante. Aunque en un mundo ideal quisiéramos que nadie empezara desde abajo, ciertamente ni los ingresos ni los negocios se deberían imponer por ley, se deben ganar.

Existen dos tipos de gobiernos: los que crean igualdad de pobreza, y los que permiten desigualdad de riquezas. Nosotros queremos acercarnos a la segunda categoría. Es rol del Gobierno garantizar derechos básicos y humanos, sin embargo, el problema no es este, si no la obsesión redistributiva basada en la envidia. Esto trae como consecuencia gobernantes que se aprovechan de la necesidad de redistribución para distribuirse ellos mismos, y de regular para regularse a su favor, y es ahí donde despierta la corrupción. ¡Es ahí donde salen los injustamente ricos! Y todo empezó cuando pedimos redistribución…

Para este 2012 invito a los jóvenes a que leamos sobre pensamientos económicos. Conozcan desde Marx hasta Hayek, y creen su propio criterio. Solo entendiendo la economía podremos exigir mejores políticas públicas y gobernantes que las implementen. Con ese afán, quiero invitarlos al lanzamiento de una sencilla obra que hice junto a otros jóvenes, dirigida a jóvenes,  “Los 14 mitos de la pobreza”. Será en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero este cinco de enero a las seis de la tarde.  Es hora que desechemos la redistribución de riquezas y empecemos a creer en la libertad y creación de riquezas. Si no hacemos esto, como dijo Milton Friedman: “no vamos a terminar ni con una ni con la otra”.

* Javier Yap Endara es miembro del Círculo Bastiat de la Fundación Libertad de Panama.

Fuente: Fundacion Libertad (Panama)

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