Los gobiernos de Chile y México -casi simultáneamente y por las mismas razones- acaban de reconocer a la administración del Presidente Porfirio Lobo como la autoridad legítima en Honduras.

De esta manera, como ya lo hiciera Perú, Chile y México rompen abiertamente con el equivocado criterio todavía prevaleciente en el seno de UNASUR, que es el de tratar de aislar a Lobo y a Honduras, todo lo posible, como represalia por el inesperado fracaso bolivariano en el intento de reposición en el poder del ex Presidente de Honduras, Manuel “Mel” Zelaya, quien fuera depuesto por el Congreso de su país -con la anuencia de su Suprema Corte- cuando intentaba violar abiertamente la Constitución de su país con el típico propósito bolivariano de ser reelecto, para perpetuarse en la presidencia de Honduras. Pese a la prohibición expresa a la reelección contenida en la Constitución de Honduras, más allá de cualquier margen de duda.

Lo de Chile y México merece ser aplaudido, sin retaceos. Porque así se defiende a la verdad desde que -como puntualizan con razón los comunicados de sus Cancillerías- Lobo obtuvo más del 50% de los votos de su pueblo (hizo, en rigor, la mejor elección presidencial de la historia de Honduras) y, las elecciones en las que se impuso tan ampliamente fueron, en rigor, totalmente libres y transparentes.

Esto lo señaló expresamente el buen Canciller trasandino, Alfredo Moreno, al comunicar al mundo la decisión de la administración de Sebastián Piñera de reconocer al gobierno de Lobo como la legítima autoridad en Honduras.

Por esto, el Embajador de Chile ante Honduras, Sergio Verdugo Neira, regresará de inmediato a Tegucigalpa, después de más de un año de lamentable ausencia. Lo propio hará el Embajador de México en Honduras, Tarcisio Navarrete, que deberá también regresar a Tegucigalpa de inmediato. En apoyo de la decisión chilena y mexicana está también el dictamen de la Comisión de Alto Nivel designada por la OEA para asesorar en la cuestión del regreso de Honduras al organismo regional, que constata formalmente los avances -calificados de “significativos”- ocurridos en Honduras tanto en el proceso de normalización democrática, como en la defensa de la vigencia de los derechos humanos.

El propio “Mel” Zelaya ha sido objeto de una amnistía general, pese a lo cual lo cierto es que el histriónico ex Presidente -que no es precisamente reconocido por su coraje- aún no se anima a abandonar su residencia en la República Dominicana. Quizás porque pesan sobre él acusaciones que tienen que ver con delitos que no son ciertamente de índole política y que apuntan, en cambio, a la necesidad de investigar presuntas malversaciones de fondos de las que Zelaya sería responsable. Por esto seguramente, la Comisión de Alto Nivel recomendó “poner fin” a los juicios contra Zelaya, aunque expresó que ello debe hacerse “conforme a la legislación de Honduras”. Si hubo corrupción, lo que es habitual en el universo bolivariano, Zelaya deberá enfrentar su responsabilidad, como corresponde.

Tanta razón tienen Chile y México que hasta el izquierdista Secretario General de la OEA, el chileno Insulza, ante lo sucedido ha dicho “que es algo acertado, porque contribuye a la reincorporación de Honduras en la OEA”. Y es así.

Argentina, Brasil y Venezuela, actuando claramente por despecho, siguen aferrados a su posición de no reconocer a Lobo. Ocurre que Cristina Kirchner hizo uno de sus habituales papelones mundiales al estacionar su avión presidencial en el aeropuerto de Managua, a la espera de lo que no se produjo: la “reposición” de “Mel” Zelaya. Y que “Lula” lo refugió en la propia Embajada de Brasil en Tegucigalpa, pensando en que era “inevitable” que regresara al poder. Ambas apuestas fracasaron, enseña ya la historia. Para Venezuela, por su parte, Zelaya ha sido el primer “peón” bolivariano en el exterior y con el timón del poder en sus manos, que Chávez pierde. Lo que lo ha llenado de profundo rencor.

Si a lo antedicho le sumamos el predecible fracaso de UNASUR en la reciente reunión de Cancilleres convocada para debatir como “bajarle la tensión” a las diferencias colombiano-venezolanas derivadas de la denuncia de Colombia ante la OEA en el sentido que Venezuela (como todos sospechábamos) brinda santuario a las FARC en su territorio, el futuro de UNASAUR es muy distinto del que imaginaron sus impulsores bolivarianos. A la que un Kirchner seguro del fracaso no concurrió, pese a ser Secretario General del organismo.
UNASUR ya no será simplemente un “eco” o un “amplificador” de su discurso. Y el “consenso fácil” (sumiso a Hugo Chávez) en su seno ya no puede descontarse.

No será nada fácil para la UNASUR rescatar a Hugo Chávez del peligroso pantano en el que ahora está. Ni mentir descaradamente en su favor. Ni, menos aún, presionar para que Rafael Correa y Néstor Kirchner (disfrazados de imparciales, cuando es obvio que no lo son desde que ambos son compañeros de ruta de Hugo Chávez) “medien” en el conflicto. Lo que Colombia, con razón, jamás aceptará, ha quedado visto. Porque los “mediadores” no son imparciales. Para nada.

Por esto, Colombia insiste en seguir transitando en la jurisdicción de la OEA. No en la de UNASUR. Y tiene razón. Ahora Colombia le ha pedido formalmente a la OEA que cree una Comisión de Verificación de sus denuncias en el sentido que Venezuela cobija y da santuario a las FARC y al ELN en su territorio. El socialista Insulza está consultando a Venezuela si acepta tal pedido. La respuesta seguramente será negativa.

Mientras tanto, los bolivarianos siguen en su carrera armamentista. Ahora le toca el turno a la patológica Bolivia de Evo Morales. Pese a que tiene en su seno una pobreza alarmante, Bolivia está -como Venezuela- comprando armas.

Su Fuerza Aérea acaba de anunciar la adquisición de seis aviones militares chinos, K-8, que se entregarán en febrero del año próximo. Son biplazas capaces de lanzar bombas teledirigidas y disparar misiles que, según Morales, harán “respetar la soberanía” de Bolivia y serán usado para reprimir el narco-tráfico. Ellos reemplazan a los T-33 que Bolivia había adquirido en 1973, durante la administración de Hugo Banzer Suárez.

Fuente: Diario Exterior (Spain)