“Vamos a decir la verdad: a vos se te prendió fuego la casa, afuera hace frío y tenés 12 hijos. Entonces vienen los 12 y te dicen: ¡Queremos flan! ¡Queremos flan, papá! ¡Flaaaaaaannn! Y cuando vos intentás explicarles que unos HdP le prendieron fuego a la casa, ellos te contestan que no es cierto, que los que vos acusás de incendiarios son sus amigos y no hicieron nada, y siguen dándole al bombo y gritando: ‘¡Queremos flan! ¡Flaaaaaaannn! ¡Hijos de pu…, no nos quieren dar flan!’. Y bueno, así no vamos a poder hacer una mier…”. Más o menos esto es lo que le espetó en la cara el genial Alfredo Casero a un atribulado Alejandro Fantino. Y después cerró magistralmente: “No somos boludos. Ya le encontramos la vuelta. ¡Somos ciudadanos y los vamos a hacer cagar en las urnas por chotos y por cómplices de todo esto, porque la gente se ha muerto por estos ladrones!”. Chapeau
Lo que hizo en dos minutos de acting el gran gordo de la TV argentina es actualizar el nombre de los dos lados de la grieta: el lado de los #NoSomosBoludos y el lado de los #QueremosFlan. Porque es cierto que el plan económico gradualista que había funcionado bien hasta 2017 se cayó con las devaluaciones de 2018, y que la discusión sobre si lo decisivo fueron los errores de coordinación del Gobierno o la sequía y el cambio en las condiciones externas es un debate racional. Pero lo que es imposible hoy es pedir flan cuando a gatas hay para el almuerzo, pretendiendo ignorar las consecuencias de un saqueo a mano armada del país que algunos denunciamos hace más de diez años y que se llevó puestos los trenes, los desagües, las cloacas, las redes de gas y electricidad, las rutas y las autopistas, y con ellas, el presente y el futuro del país.
Esto es lo que es obsceno e injustificable, no el #QueremosPan de quienes ven que la posibilidad de salir de la pobreza, tener agua corriente y hacer sus necesidades en inodoros, y no en pozos, se ha postergado un año; sino el #QueremosFlan de cierta clase media defensora de los que los redujeron a esa condición y quieren seguir alimentándose de sus desgracias. Lo que es cada día más incomprensible e inaceptable es el apoyo a las Cristinas, los Fernández, los Solás, los Massas, los Sabbatellas, los Moyanos, los Baradels y demás miembros de la gran casta peronista que hoy se ha dividido, a su vez, en dos grandes grupos aliados: los que no vieron nada de lo que vio un simple chofer y los que intentan desatar un enorme conflicto social que los salve de la cárcel.
Y no, no es la política, señores dueños y empleados de las consultoras que en 2015 pronosticaron el triunfo imparable de Daniel Scioli y en 2017 el de Cristina, y que apuestan ahora a otro 2001, para ver si zafan una vez más. Es el peronismo, estúpidos; no la política. El peronismo, como cualquiera puede comprobar observando las diferencias entre dos gobiernos que empezaron en 2007 y que duraron ocho años: el de Cristina en el país, y el del PRO en la Ciudad. ¿Ha sucedido algo siquiera comparable a lo que estamos viendo que pasó en el país en la Capital Federal? ¿No? Y si no es así, ¿a qué viene tanto #lapolítica, tanto #todoeslomismo, tanto #sontodosiguale, tanto empeño en empujarnos y manosearnos en el mismo lodo a la mafia que saqueó al país y a quienes la denunciamos oportunamente, cuando ustedes callaban, y que hoy estamos —casi todos— en Cambiemos? ¿No se verifica cada día que el kirchnerismo fue una mafia y Néstor y Cristina, dos psicópatas, y que el peronismo que los encubre fue partícipe y beneficiario de un régimen que de democrático tenía solo el método electoral? ¿Y no es tiempo, entonces, de que nos pidan disculpas a quienes denunciamos todo esto mientras se nos llamaba apocalípticos, golpistas y calumniadores, en vez de seguir mintiendo que es lo mismo la Biblia que el calefón y advirtiendo que si sigue el Mani Pulite argentino nos va a salir un populista como Berlusconi?
También en esto se equivoca el peronismo periodista y consultor. De puro apurados. Por precipitarse en la búsqueda de justificaciones basadas en analogías falsas. El reino de 14 años de un populista como Berlusconi fue posible porque el Mani Pulite original se llevó puesto a los partidos democráticos y republicanos que desde el fin de la Segunda Guerra habían guiado la reconstrucción de Italia. Acá pasó todo al revés: reconstrucción no hubo ninguna, hubo saqueo; y fue el populismo el que robó, no los partidos republicanos tradicionales, cuyos dirigentes hicieron lo que pudieron para sobrevivir a las amenazas del kirchnerismo, las persecuciones de los servicios, las calumnias del periodismo militante y la guadaña de la AFIP. Acá el que robó fue el peronismo, no la política, muchachos; de manera obscena y desde siempre. Los dos gobiernos de Carlos Menem fueron el primer salto cualitativo en un país que ya tenía abultadas tradiciones de corruptela, y los Kirchner dieron el siguiente paso transformando la corrupción menemista en mafia K. Y no, nada parecido a lo que hoy vemos en las pantallas de televisión sucedió jamás en el país bajo ningún gobierno nacional o provincial o municipal de un partido que no fuera el peronismo. Y si tomamos como valor absoluto el enriquecimiento ilícito de los funcionarios, no sucedió jamás nada parecido ni siquiera con dictaduras militares; que cometieron crímenes peores, pero no robaron así.
De manera que la caja de Pandora que abrieron los prolijos cuadernos Gloria de Centeno no tapa la crisis, pero explica buena parte de ella. Por ejemplo: por qué se dispara el dólar cuando casi la mitad del déficit comercial se debe a las importaciones de combustible causadas por las políticas de Julio de Vido cuyos objetivos describen los cuadernos. O cuando un componente central de la inflación actual es la imprescindible reconstitución de tarifas que en 2015 cubrían la novena parte del costo de producción de la energía; un atraso tarifario causado por las políticas de De Vido cuyos objetivos… etcétera y etcétera. Y porque es muy difícil bajar el déficit cuando es imperioso también reconstruir la infraestructura que dejaron devastada; y eso, a pesar de que se paga hoy 40% menos por cada obra pública que en 2015. Porque no es solo que falta la que se llevaron y no quieren devolver, y el senador Miguel Ángel Pichetto y sus colegas senadores peronistas les ayudan a no devolver. Es que nadie puede gobernar razonablemente un país mientras se ocupa de capitanear una red mafiosa dedicada a saquearlo, ni nadie puede desarrollar políticas públicas racionales si para tomar las decisiones no se considera el interés público sino las posibilidades de rapiña de la banda.
Las valijas y los bolsos no lo explican todo, dicen los kirchneristas, y tienen razón. Son todos estos factores sumados —el robo de recursos, un gobierno dedicado al robo y no a la administración, políticas públicas decididas de acuerdo con las posibilidades de choreo— los que no tapan las dificultades actuales, pero explican la magnitud de lo que el kirchnerismo le hizo a este país: desperdiciar 12 años comenzados con la economía creciendo al 7% y el dólar a 50 pesos de los actuales, 12 años de mayorías parlamentarias y auge mundial de los países de medio desarrollo como el nuestro (los BRIC), y en los que la soja estuvo a 480 dólares promedio (hoy está un tercio abajo, a 323 dólares) y las tasas del dólar eran cercanas a cero. Para no dejar nada sano, para dejar déficit fiscal, comercial y energético, infraestructura destruida, instituciones colapsadas, Justicia inexistente, masacres de Estado como las de Once y La Plata, fiscales asesinados, alianzas estratégicas con Venezuela e Irán, el narco entrando por todos lados y la alegre patrulla recolectora recorriendo empresas y ministerios, con el remisero Centeno anotando todo con prolijidad.
El saqueo kirchnerista no fue otra cosa que el perfeccionamiento del método menemista: cuatro años de plata dulce orquestados para garantizar una década de saqueo y depredación. Y cuando el viento de cola internacional se hace viento de frente y las consecuencias de las políticas populistas de consumo sin inversión se hacen notar, se le pasa la papa caliente a la oposición y se grita #QueremosFlan hasta que se logra hacerla caer. Pero esta vez no va a pasar. La tormenta cambiaria sigue, pero ha amainado fuerte, y a pesar de las dificultades que enfrentamos y enfrentaremos hasta fin de año, esto no es un Rodrigazo como el de 1975, ni una híper como la de 1989, ni un colapso como el de 2001-2002. No sé si será tan fácil derrotar a los herederos del Malo como cree Casero, ya que el grupo #QueremosFlan mantiene sus adeptos, pero estoy seguro de que está naciendo una manera nueva y más racional de mirar las cosas en la mayor parte de la población. La gente entiende que, bueno o malo, el de Cambiemos es un gobierno y no una mafia, y valora que se admitan los errores, se diga la verdad y se siga trabajando para el país. Después de todo, es razonable que en situaciones como la actual la perspectiva económica de corto plazo lo invada todo; pero también es cierto que un Gobierno no es solo su Ministerio de Economía. Se está dando una lucha contra el narco como nunca se había visto. Se está construyendo infraestructura como nunca se había visto. Se está acabando con los privilegios de las castas políticas y empresariales como nunca se había hecho. Y se están sentando las bases para el fin de la impunidad y un Nunca Más de la corrupción. Se trata del país que les vamos a dejar a nuestros hijos y no solo del flan con crema y dulce de leche que siguen pidiendo algunos. Y son cada día más los que lo entienden, hoy.
No sobra recordar, pues, lo que muchos analistas senior pronosticaban sobre este tema el año pasado: que nunca nadie iba a ir preso, que el peronismo era distinto del kirchnerismo, que había que hacer un Pacto de la Moncloa con los muchachos y que con Cristina no se iban a meter porque Jaime Durán Barba la quería de adversaria electoral. Lo decían con el tono de las verdades irrefutables que solo los tontos no comprenden. El mismo que usaban para descalificar a los que denunciamos la barbarie y el saqueo kirchneristas. Hay que tener dura la cara para seguir dando consejos, hoy.
* Fernando Iglesias es diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires.
Fuente: Infobae (Argentina)
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