La lección que nos deja Ecuador es que cada vez que un político nos prometa algo, cabe cuestionarlo: ¿a qué costo?
Como todo buen político, durante estos ocho años de gobierno, Rafael Correa ha prometido más cosas de las que él mismo puede recordar. Y muchas de estas promesas las ha cumplido, aunque a su manera.Pero más allá de cualquier buena intención, e incluso de los propios intereses políticos de cada promesa, lo más importante esdimensionar las consecuencias reales de las acciones políticas y, en el caso de Ecuador, no es posible tener buenas noticias.
Nos prometió justicia en forma de nueva Constitución. Dos nuevos poderes del Estado que garantizarían el respeto de los derechos, meritocracia en el sector público y un debido castigo a la corrupción como regalo al pueblo ecuatoriano.Sin embargo, la Función Judicial se sometió a un proceso de “restructuración” por parte de la Función Ejecutiva, acabando con la poca independencia de la primera. Actualmente, los cinco poderes del Estado responden a Correa, concentrando todo el poder del Estado ecuatoriano en él y dando rienda suelta al abuso del poder. Toda la burocracia debe serle fiel al régimen y está obligada a acudir a toda manifestación o actividad a su favor. Y existen decenas de casos de corrupción que han salido a la luz y siguen impunes.
Nos prometió “distribución de la riqueza”, pero solo tenemos una nueva clase de ricos dependiente del Estado, una burocracia creciente de alrededor de 600.000 funcionarios y un déficit público atemorizante. Once reformas tributarias han aumentado considerablemente la carga del contribuyente y espantado la inversión extranjera. Aún con una bonanza petrolera que generó los mayores ingresos en la historia de la República, el gobierno sigue endeudándose con China, organismos multilaterales, bonos y preventas de petróleo – superando los 18 mil millones de dólares en deuda adquirida.
Nos prometió la “información como un derecho” y ahora tenemos una Ley de Comunicación que sanciona y amordaza a los medios independientes. Cualquier crítica abierta al gobierno, incluso por redes sociales, es razón suficiente para censura, investigación judicial e incluso prisión. Más de 40 periodistas han sido procesados judicialmente, el 50% a solicitud del Presidente o de alguna otra entidad del Estado.
También nos prometió que “la naturaleza sería respetada en sus derechos” y; sin embargo, la necesidad de petróleo lo ha llevado a explotar una de las zonas más biodiversas del planeta, Yasuní. Trató de no preocuparnos, prometiéndonos que la explotación sería responsable, mientras la petrolera nacional cuenta con un récord de derrames de petróleo de uno cada dos días, en promedio.
Toda nueva ley, de las 100 que ha aprobado el régimen, ha venido con promesas de mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos. Sin embargo, más del 50% de la población económicamente activa se encuentra sin trabajo formal debido a la hemorragia de regulaciones que ha logrado contraer al sector privado, la disminución de la pobreza se encuentra estancada y el abuso de este gobierno de legislar sobre nuestro día a día ha llegado al punto de limitarnos la importación de un sinnúmero de bienes, las compras por internet y hasta la libertad de comprar una cerveza un domingo.
Es importante entender que la probabilidad que la promesa de un político pueda cambiar nuestra vida para bien es muy poca; pero no es lo único aprendido en este caso. Estas son sólo unas cuantas promesas de todas las que forman parte de la utopía que ha servido para justificar lo que el régimen (nos) está haciendo en el presente y toda la prosperidad que nos está robando a futuro. La lección que nos deja Ecuador, es que cada vez que un político nos prometa algo, cabe cuestionarlo: ¿a qué costo?
* Milica Pandžić es presidente de Estudiantes por la Libertad en América Latina. Egresada de la carrera de Derecho por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, Guayaquil, con mención en Ciencias Sociales y Humanidades por Sciences Po, Paris.
Fuente: Diario Altavoz (Perú)
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