Vivimos momentos complejos y abiertamente confusos. Haciendo mirada hace más de 41 años atrás, el 25 de julio de 1973 se inició la segunda huelga general de los camioneros, cansados de las promesas incumplidas del gobierno de la Unidad Popular y por la agónica situación económica que vivía el país. Esta manifestación, al poco andar, fue tomando líneas de ser una movilización general que paralizaría por completo la locomoción particular, y que se convirtió en el gran dolor de cabeza de Salvador Allende.
Su máximo líder, el ex socialista León Vilarín (mal llamado fascista por el exministro Francisco Vidal), declaró por radio que Salvador Allende sólo representaba a un grupo de delincuentes (hoy declaraciones graves, injuriosas y durísimas, pero para la época, una más de la verborrea que azotaba al país con dureza desde 1971). Esta huelga llegó al paroxismo el 10 de Septiembre de 1973, al plegarse una serie de multigremios de distintos rubros profesionales y técnicos, que técnicamente paralizaron al país, y que finalmente dejaron ver el rechazo existente por parte de la sociedad libre al proyecto socialista impulsado por Allende y que para ese momento ya tenía las horas contadas.
Evidentemente lo que ha ocurrido estos últimos días con la movilización del gremio de los camioneros en nuestro país, puede ser tomado por las mentes más temerosas y afiebradas como el acercamiento a un levantamiento militar (la tan llamada marcha de caballería blindada que busca tomarse el gobierno); que desde el mismo momento, distintos cientistas políticos y analistas han dejado ver que si bien son hechos de épocas distintas, nos permiten reflejar dos semejanzas: Salvador Allende, al igual que Michelle Bachelet, se encontraron acorralados por sus promesas de campaña. Pero a esta última no le costará la vida su paupérrimo experimento que dista de lejos de parecerse a la revolución de empanadas y vino tinto de su predecesor socialista. Bachelet gracias a su falta de decisión política, sus innumerables silencios que reflejan a una persona que ante todo no quiere asumir los costos de un gobierno mediocre y un proyecto armado casi personalmente por ella. Y que como el escritor Roberto Ampuero explicó hace unos días atrás, ese “secretismo” que invade a la presidenta se debería a dos elementos relevantes: a su vida clandestina en el Frente subversivo Manuel Rodríguez y “su vida bajo la dictadura de Honecker en la República Democrática Alemana”.
Para el actual gobierno, muy decaído en popularidad (las últimas encuestas la dejan con paupérrimos resultados de popularidad: 23% según CADEM y 27% según ADIMARK y una cifra de desaprobación cercana al 68%) los días felices, de sonrisas simpaticonas y gestos afables y humanos al ciudadano promedio, por parte de esta administración, se encuentran completamente agotados. Todos dentro de la Nueva Mayoría se están preparando mentalmente para la próxima elección presidencial. Los errores no forzados (ej. Caso Caval, funcionarios, entrega de Fichas de protección social a personeros de gobierno e inclusive a la pareja de un diputado comunista, arreglos dentro del Servicio de Impuestos internos referente a financiamiento electoral, entre otros) han ido reforzando esta idea.
Las descoordinaciones, en la que fue la “Tabla de los Diez Mandamientos” como fue el Programa de Gobierno, que buscaba instaurar una serie de “reformas estructurales”, han ido multiplicando este sentimiento, y nos hace sentir que no existe un “mapa mental” o una hoja de ruta que le permita al gobierno encausar el proceso de cambios de forma clara a la ciudadanía. Esta situación se acentúa por la acefalía de la derecha, que cobardemente ha entregado la escena política, sin siquiera poner en tapete un proyecto serio de país. Se encuentran enfrascados en pugnas internas, recelos, peleas pseudo-intelectuales de quien es el más “centro derechista” (ya en si renegándose), o buscando conceptualizaciones dentro del mundillo de lo “liberal-clásico”, estancándose en peleas doctrinarias – que por muy legitimas – , no apuntan al problema central: la Derecha solo responde cuando siente amenazados sus intereses económicos y no presenta un proyecto atractivo a la sociedad libre. Este hecho la ha llevado a tener una relevancia marginal en la discusión política, y que el propio ex ministro de Defensa de Bachelet, Francisco Vidal, se ha dado el gusto de enrostrárselos al establecer “que la derecha política jugó a ser peoneta de los camioneros, no les queda más que eso… subirse atrás ”(https://youtu.be/FWyOaFPzmcI).
Pese a su tono pontificador, el ex ministro se equivoca, su olfatillo sobre lo que es “fascista”, y que recae sobre la derecha está muy alejado de la realidad. Este sector está encerrado en sus propios complejos y carencias doctrinarias, como para que pudiese atraer a los ciudadanos al discurso frío, técnico y poco creador de felicidad inmediata, donde la economía de Mercado es beneficiosa. Inclusive resulta difícil poder comprar las teorías de corte conspirativo (gran ardid izquierdista para explicar los hechos a los cuales no pueden darle una respuesta) para que este sector pudiese pensar en haber planeado la protesta de los camioneros que marcharía desde la Araucanía hasta las afueras de La Moneda. Esta manifestación y su magnificación fue una más de la lista de descoordinaciones que se han ido multiplicando en el gobierno de Bachelet. El Ministro Burgos manejó con poca agudeza el problema de los camioneros, y a lo largo del día se pudo ver la falta de un liderazgo, reaccionando simplemente con temor y esto puede verse con la promulgación (en plena madrugada) de un decreto que solo buscaba prohibir la llegada de los camiones a las afueras de La Moneda.
Como es esperable en política, muchos políticos que se encuentran en el gobierno deben estar sacando su calculadora electoral; y veremos cómo el gobierno irá perdiendo fuerza en su proceso de reformas y la mística refundacional de la República con la que inició su gobierno (reformas que podemos dar por terminadas). Lentamente irán buscando otros rumbos (que les aseguren un trabajo acorde al muñequeo político), y otros tendrán la obligación de dar la cara con múltiples respuestas – algunas contradictorias – a un programa que fue armado en medio de la improvisación y en la búsqueda de las simpatías de una parte de la población (los indignados), que gracias al aumento de sus expectativas de vida, y que se sienten con derecho ya que el famoso chorreo prometido en la década de los setentas no les llegó. Allí está el punto de la indignación, ya que con el retorno de la democracia, la actual coalición gobernante prometió lo que ninguno de los sectores políticos ha querido tratar con serenidad ni altura de miras de todo lo obrado y que ha permitido que el país se acercara fuertemente a los umbrales de una nación desarrollada.
Parte de este proceso de descomposición partió con el quiebre de la imagen de la presidenta Bachelet, de integridad y moralidad política. La cual sufrió un duro golpe que ni siquiera los círculos más herméticos de la mandataria imaginaron. Su hijo se enriqueció y rompió todas las reglas del decálogo igualitarista del socialismo renovado, convirtiendo sus prácticas personales en un famoso lema utilizado en Chile que dice: “Igual que el padre Gatica: predica pero no practica”. Esta frase en referencia a la construcción de una sociedad inclusiva y que de más oportunidades a los sectores más desvalidos de la población.
Las últimas semanas los errores del gobierno han sido sorprendentes. La negación de Bachelet a aceptar que en la región de la Araucanía existe un problema de seguridad ciudadana, se ha ido acrecentando cuando ésta, sin argumento alguno, se ha negado a visitar la región y escuchar a los distintos actores sociales. Ha dado medias respuestas y ha permitido que el “Conflicto Mapuche” lentamente vaya tomando ribetes de lucha, como si hablásemos de dos naciones completamente diferentes: la de los mapuches y los huincas invasores.
Esta bandera de lucha se encuentra acéfala, ya que la derecha no ha sido capaz de dirigirla a su favor (ni siquiera entiende porque salieron del gobierno) y han sido dirigentes de gremios, gente de esfuerzo individual, y las víctimas de la violencia quienes han querido expresar su descontento por lo que consideran como un abandono e impunidad de grupos que amparándose en grupos indígenas seducidos por movimientos abiertamente marxistas (cabe recordar la develación de más de 300 correos electrónicos entre las FARC y el Partido Comunista Chileno sobre la infiltración subversiva en la Araucanía) y el accionar de organizaciones internacionales que bogan por la creación de la nación mapuche. La bomba de tiempo explotó, y los temores que recuerdan a la ex concertación de los camioneros, como los verdaderos artífices de la caída de Salvador Allende, les carcome la conciencia y simplemente les produce pavor su repetición. Sin pensar que el contexto es diferente y pese a que la historia parece de a momentos ser cíclica, ninguno de los protagonistas avizora ni está en condiciones objetivas de repetirla…
Si la presidente hubiese ido a la región, y hubiera buscado mecanismos (siendo tan experta en la creación de comisiones de dudosa efectividad) para encontrar una solución entre los sectores productivos y los mapuches, podría haber evitado que esta bomba explotara frente al palacio de gobierno. Pero primó la visión de hacer caso omiso a la manifestación y este hecho se convirtió en un pecado mortal para un gobierno que marcó su administración en tomar en consideración la voluntad de las masas, cuyo mensaje – tomado oportunistamente – correspondería a la expresión de los “movimientos sociales” o popularmente conocidos como “la calle”, siendo los descontentos por su existir y devenir en la sociedad. Por lo tanto, la oposición a la marcha de los camioneros, simplemente es difícil de explicar, ya que las marchas – bajo el esquema mental de este gobierno – son elementos sagrados de la expresión popular, y tendrían todo el derecho a manifestar su descontento. Pero el pecado original de los camioneros, es ser una protesta de oposición, y por lo tanto no cumplir con los requisitos del fetiche gubernamental para ejercer presión y exigir soluciones a sus puntos de interés.
El affaire con los camioneros es simplemente una de tantas contradicciones que el gobierno de Michelle Bachelet ha desarrollado. La reforma educacional no cuenta con un proyecto de ley claro para establecer su gratuidad, y simplemente demuestra no estar preparado para cumplir lo prometido en campaña, y para pena de muchos, esto siempre fue así. Los grupos de trabajo, y programa de campaña muestran día a día la imposibilidad de cumplir lo prometido, lo que queda completamente reflejado con el anuncio de la Empresa Minera Estatal CODELCO, al informar que si se mantiene un precio de cobre bajo los 2,3 U$S difícilmente pueda entregarle aportes al fisco. Este hecho nos explica que el concepto de “Realismo sin renuncia” que el gobierno trazó para cumplir sus promesas llegó a su fin. Con tanto operador político pagado por influyentes empresarios, y sus informes profesionales, podríamos haber esperado la existencia de alguna idea de cómo se financiaría la educación superior, pero la lentitud del casi año y medio nos reflejan la realidad: nunca existió un proyecto responsablemente escrito ni analizado para presentar al Congreso.
Se acercan las elecciones municipales y se prepararan las próximas figuras presidenciales para relucir y aparecer con numerosos candidatos a alcaldes para proyectar las ideas que desarrollará el próximo gobierno. Resulta relevante esta elección para saber quién dirigirá los destinos del país y ver a qué atenernos, ya que el gobierno de Piñera fue de contención, el de Bachelet corresponde al de las “reformas estructurales fallidas” y el del próximo presidente tendrá un escenario económico muy complejo (ya que se acabará el festín de bonos y regalías del Estado) y obligará a apretarse el cinturón en materia fiscal. Hasta el momento, la izquierda más dura tiene varios puntos a su favor; y la democracia cristiana se encuentra completamente rodeada por un partido con el que no comulga ni llega a entendimientos claros como es el Partido Comunista.
Hoy por hoy, como dijo Patricio Navia, todos buscan deslindarse del fracaso y como “cual fiesta que indefectiblemente llega a su fin, la lógica dominante en el oficialismo es que el último en salir deberá apagar la luz.” Y Bachelet en este caso ya no tiene nada más que aportar, y si en algún momento lo aportó ya pasó de tiempo. El próximo gobierno nos indicará la ruta: El abandono del Modelo chileno o la incorporación a una línea más socialista.
* Ernesto Medalla es analista de Círculo Acton Chile @circuloacton
Fuente: Circulo Acton (Chile)
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