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Latin America

Opinion: Las causas de la pobreza en el Tercer Mundo – por Joseph Edward Keckeissen

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La pobreza puede analizarse desde varios puntos de vista, algunos de los cuales pertenecen al campo de la moral, como la degeneración de la familia o la adicción a las drogas; otros, como los prerrequisitos para la madurez legal y la tranquilidad doméstica, al campo de la política; otros son del dominio de la ciencia económica. En este ensayo nos limitamos a las causas económicas, aunque simpatizamos con los moralistas, sociólogos y científicos políticos, que se ocupan de otros aspectos vitales del problema de la pobreza.

FALSAS CAUSAS DE LA POBREZA

La pobreza no es resultado de recursos naturales insuficientes, ni de un territorio nacional reducido, ni tampoco de altos niveles de analfabetismo o de falta de preparación técnica. Tampoco es causada por la presencia de compañías multinacionales que venden leche en polvo, fórmulas de Coca-cola o gasolina a los mercados mundiales. La miseria de los pobres no es provocada porque algunas personas o compañías sean ricas, ni porque la brecha entre ricos y pobres se ensanche. La avaricia y la especulación no son las culpables.

La pobreza no es resultado de que los Gobiernos, tanto locales como extranjeros, sean insensibles a la misma y sus implicaciones, y no hayan hecho la “planificación macroeconómica requerida”, iniciado los suficientes proyectos de desarrollo o distribuido gigantescas sumas de dinero. La pobreza no surge por una muy desigual distribución de los recursos, que permite a un puñado pequeño de la población mundial absorber una porción leonina de la riqueza, ingreso, producción o lo que sea. No se explica porque los países avanzados consuman demasiado y distribuyan muy poco.

No existe la pobreza porque la deuda externa e interna sea una pesada carga, que hunde a las naciones luchadoras, ni por el déficit de su respectiva balanza de pagos. No existe tampoco porque la moneda local sea débil, o haya sido “atacada”, o se haya devaluado. No existe porque un Gobierno sea insolvente, ineficiente, ladrón, o calificado de cualquier otra forma. Simplemente, no es cierto que los países ricos logren cobrar altos precios por sus productos elaborados, mientras los países pobres tienen que conformarse con precios bajos por sus materias primas, no sofisticadas. Tampoco parece ser cierto que el capitalismo sea el villano, especialmente en aquellos lugares donde predominan sistemas premodernos o socialistas.

Mejorar algunos de los anteriores factores puede aliviar la situación, pero, en algunos casos, incluso podría empeorarla. Lo cierto es que la solución práctica al problema de la pobreza no radica en empleadores paternalistas, sindicatos victoriosos, financiamiento del Gobierno, redistribución de la tierra, tecnología de vanguardia, educación universal, elecciones democráticas supervisadas por la Organización de Naciones Unidas, políticos populistas, condonación de la deuda, donaciones del Banco Mundial o la celebración de muchos y caros congresos internacionales. No tiene nada que ver con sensibilidad ni con generosidad, ni siquiera con la lucha de algunas personas por cualquier cosa. No resulta de hacer grandes sacrificios financieros. No depende de la pura suerte.

Las causas de la pobreza son otras. Existen estructuras económicas que impiden el progreso y perpetúan actitudes empobrecedoras. Si no las identificamos y las corregimos, difícilmente podremos crear prosperidad, y esto sin importar cuánto tiempo, recursos, dinero, preocupación, lamentos o sermones dediquemos a luchar contra la pobreza.

ESTRUCTURAS ECONÓMICAS QUE IMPIDEN EL PROGRESO

La pobreza es resultado de una estructura económica deficiente. Las diferentes estructuras económicas que frenan el progreso pueden catalogarse como premodernistas, mercantilistas, intervencionistas, y de orientación hacia dentro. Excluimos de esta discusión los modelos socialistas y comunistas, aunque el modelo intervencionista contiene muchas de sus características retardatorias. Es preciso notar que todas las estructuras modernas son una mezcla de diversos tipos y ningún modelo es exclusivo de un solo país.

Estructura premodernista
La estructura premodernista o semifeudal data de la Edad Media, cuando la vida se concebía como una lucha repetitiva y continua, y escasamente se tenía una noción de progreso. Es característica de la producción agrícola, que depende intensamente de la mano de obra, con poca división del trabajo. Puede consistir en parcelas pequeñas, en las que familias individuales producen cosechas tradicionales para consumo propio o venta en mercados locales, sin tecnología ni herramientas avanzadas, y frecuentemente con la obligación de pagar algún tipo de diezmo o feudo al terrateniente. O puede consistir, como ocurrió en la época colonial, en extensas plantaciones agrarias, que producen cosechas para mercados internacionales, en condiciones que traen a la memoria el trabajo de los esclavos. En cualquier caso, los trabajadores están virtualmente casados con la tierra local, divorciados de la industria moderna y de los servicios disponibles en los mercados mundiales. Es la de ellos una existencia monótona, que proporciona escaso incentivo para el mejoramiento personal, y promueve la continua emigración de siervos analfabetos de las comunidades rurales a la ciudad capital y al extranjero. Una muy alta tasa de reproducción acentúa generalmente estos efectos.

El feudalismo puro no existe como tal y desaparece gradualmente. Sin embargo, sus vestigios aún permanecen y sirven para frenar la prosperidad agraria, tan necesaria para el desarrollo tercermundista. Algunos de los factores que contribuyen a que desaparezca la estructura feudal, en beneficio de estructuras más modernas, son: en el caso del pequeño agricultor, el acceso a mercados internacionales mediante cultivos de exportación, y a recursos de capital y mejoras tecnológicas, como fertilizantes, irrigación y medios de transporte; en el caso específico de ciertas plantaciones, la modernización resulta de la creación de plantas procesadoras, que transforman el producto agrícola en un producto vendible al mayoreo, o directamente al consumidor en los mercados mundiales, la consecuente tecnificación y especialización de los trabajadores, y los sistemas que crean incentivos para mejorar la remuneración, aspectos estos directamente relacionados con la producción para la venta externa. Todo lo anterior indica la salida gradual de un estado de pobreza y la entrada en el ámbito de una existencia moderna más humana.

Estructura mercantilista
El mercantilismo de antaño —siglos XVII y XVIII —se caracterizó por la práctica de los nuevos estados centralizados —particularmente Inglaterra, España, Francia y los Países Bajos— de controlar su industria y su comercio internacional. Lo hicieron concediendo privilegios únicos a compañías individuales, para producir y distribuir productos específicos, e intentaron proteger a dichas compañías con todo tipo de exclusión, tarifas y subsidios.

Diversas prácticas mercantilistas continúan dominando la estructura industrial y comercial de muchos países subdesarrollados. El exclusivismo y los privilegios limitan la entrada a muchos mercados, impidiendo así el crecimiento de una competencia reductora de los costos. La ley protege a estos monopolios artificiales contra la intromisión de otros. El resultado son mercados que ofertan un número limitado de productos caros a una clientela reducida, favoreciendo así únicamente a los sectores más ricos y vedando a las masas la participación en los beneficios (en calidad y precio) del comercio mundial. En el mercado doméstico, los empresarios nacionales pueden subir los precios de sus productos protegiéndolos con aranceles y tarifas, y vender bienes substitutos de menos calidad a un precio por encima del precio mundial; pero estos mismos precios altos impiden su participación en el comercio mundial.

Estructura intervencionista
El alza de la intervención gubernamental en el mercado es una de las grandes causas de la pobreza. La intervención es responsable de crear dentro del Gobierno muchas estructuras que fomentan la pobreza, en forma de ministerios y departamentos, con una agenda aparentemente ilimitada. Estas agencias son dirigidas por burócratas ineficientes, aunque a veces bienintencionados, responsables de imponer una serie infinita de complicados programas, regulaciones, requisitos de elegibilidad, prohibiciones, reglas para reportes, cargas contables y decisiones arbitrarias, que muchas veces se traslapan, se duplican o se contradicen. Las mismas son impuestas a los ciudadanos y a las empresas productivas. Los costos administrativos de esta carga reguladora contribuyen enormemente al déficit incontrolable del país y generan, en la mayoría de los casos, beneficios dudosos para el público maniatado, que se ve obligado, so pena de multa o encarcelamiento, bien a obedecer, bien a efectuar pagos ilegales, cuando es extorsionado por servidores públicos inescrupulosos. El mercado subterráneo o informal, que carece de aprobación y de protección legal, surge porque la mayoría de los pequeños productores no pueden cumplir con la multiplicidad de requisitos y pagos que la ley les impone.

La convicción de que el Gobierno debe tener obligaciones ilimitadas para con los ciudadanos, y por ende ser directamente responsable de su salud, educación, vivienda, vejez, e incluso recreación, ha contribuido en gran medida a este problema del intervencionismo. Muy pocos servicios escapan a este tutelaje directo. La burocracia estatal aumenta significativamente la ineficiencia y el alto costo de los servicios más esenciales, y es responsable de que los mismos sean inasequibles. En última instancia, la población nunca puede superar la pobreza del pasado y la desmoralización que crea este sistema, a pesar de una asignación inmensa para los gastos sociales.

Otra convicción que pone un insoportable freno a la productividad de una nación es aquella según la cual el Gobierno tiene una responsabilidad reguladora inmediata sobre la actividad privada de los negocios y la banca. La idea de que el Gobierno tiene la función de intervenir en beneficio del consumidor, el trabajador, o el inversionista; que debe regular detalladamente los precios, salarios y tasas de interés; que debe ser el policía de primera línea en relación con cualquier actividad del mercado ha degenerado en un paternalista e ineficiente supercontrol, tendente a encadenar la iniciativa y la eficiencia empresarial, y a restringir las ganancias, que son las que estimulan el crecimiento económico. De hecho, lo reduce mucho más de lo que lo protege. Genera inseguridad, en lugar de prosperidad. Frena, en lugar de estimular.

Adicionalmente, los países mercantilistas suelen intervenir con el fin de estatizar (o nacionalizar) las industrias más esenciales para el crecimiento, como las comunicaciones, la energía y el transporte. La mayoría de estos países suelen tener únicamente una aerolínea nacionalizada, una compañía de teléfonos y una empresa eléctrica. El saldo es más ineficiencia burocrática, desperdicio de recursos, enriquecimiento de servidores públicos, y los consecuentes déficits y deudas. Por ejemplo, Centroamérica necesita urgentemente millones de líneas telefónicas, que no pueden ni deben ser proporcionadas ni manejadas por compañías estatales.

Otra característica del intervencionismo es el inútil esfuerzo de controlar la unidad monetaria de la nación mediante una diversidad de políticas dirigidas por un banco central. El banco central se considera el guardián de la moneda. Pero en sus inútiles intentos por financiar los excesivos gastos públicos, acumular reservas internacionales, regular precios y proteger la moneda nacional sobrevaluada, el banco destruye la unidad monetaria, introduce distorsiones en la economía e incurre en déficits cuantiosos. Esto se debe en la mayoría de los casos a la falta de disciplina monetaria y al manoseo político del proceso de creación de dinero. Así, la oferta monetaria es continuamente más grande, y este proceso inflacionario sirve solo para destruir la estabilidad, la confianza y la creación de capital.

Finalmente, ¿cómo financia un país tercermundista estas múltiples actividades? Prácticamente todas ellas causan grandes déficits, como en el caso de los servicios sociales, las industrias nacionalizadas, los bancos centrales, y la casi omnipresente y abultada burocracia. Para obtener los recursos financieros necesarios, se apoyan en un sistema ineficiente y progresivo de recolección de impuestos, que crea una traba opresiva con préstamos internacionales, desde los que la deuda pública del país acaba elevándose hasta los cielos; igual suele ocurrir frecuentemente con la creación de dinero, medida inflacionaria esta que en el pasado ha producido notorias devaluaciones.

El intervencionismo es una indiscutible fuente del retraso económico y de la aparentemente incurable pobreza del Tercer Mundo.

Estructura de la orientación hacia dentro
El comercio internacional o entre regiones es uno de los principales vehículos hacia el progreso. Los bienes objeto de este intercambio son producidos por el país o la región exportadora en abundancia y a bajo costo, y no producidos o producidos en pequeñas cantidades y a un costo muy alto por el país importador. Los países que participan en el intercambio se vuelven más ricos, a medida que aumentan los niveles del comercio internacional.

Los países tercermundistas que dedican sus esfuerzos principalmente —y a veces incluso exclusivamente— a producir para el mercado local, e impiden el comercio con otras regiones, frenan su propio progreso. Tienden a producir poco, a muy alto costo y de baja calidad. Esto se agrava cuando decretan y aplican medidas intervencionistas, para proteger la producción local ineficiente, mediante aranceles, subsidios y cuotas. El progreso que se obtiene a través de los mercados internacionales es mayor que el de los mercados locales ampliados.

La ideología económica de moda, llamada estructuralismo, ha intentado promover la producción doméstica a expensas del comercio internacional y ha contribuido significativamente al subdesarrollo de muchos países latinoamericanos.

¿Por qué consumir los propios bananos localmente, a cinco centavos la unidad, cuando se pueden vender a más de un dólar en lugares de clima nórdico? La lógica es apabullante.

ACTITUDES QUE PERPETÚAN LA POBREZA

La segunda raíz de la pobreza son algunas actitudes que impiden el progreso y están en general en boga. Estas actitudes son personales, pero suelen generalizarse hasta el punto de que acaban por convertirse en características de grupos de naciones. Algunas de ellas son propias del Tercer Mundo —como la indolencia, la indiferencia, la resistencia al cambio— y frenan su crecimiento inicial. Otras se adoptan más adelante, después de que el Tercer Mundo comienza a imitar las costumbres del primero, como la fuerte dependencia de sindicatos o de Gobiernos. Estas segundas actitudes también están presentes en todos los países más avanzados, donde logran retrasar el crecimiento, pero son devastadoras cuando afectan a las economías emergentes de los países pobres.

Entre las perniciosas actitudes aludidas están las siguientes:

  1. Tengo derecho a vivir sin ser molestado en mis actividades agrícolas tradicionales, como lo hicieron mis antepasados.
  2. Conforme la sociedad supera los últimos vestigios de feudalismo, yo demando el derecho a mi propia tierra, incluso si hay que quitársela a otros, para cultivar en ella mi maíz, mi frijol o mi arroz.
  3. Indistintamente de cuánto produzca, tengo derecho a tener un ingreso suficiente para poder disfrutar de todas las comodidades de la vida moderna, aunque para ello sea necesario que se me apoye con precios fijos o subsidios para mejorar mi nivel de vida.
  4. Me conformaré con sentarme en una esquina a venderles chicles a los peatones. Si soy estudiante, estudiaré lo menos posible. Si soy empresario, venderé lo que hoy me genere más utilidades, sin importar los beneficios a largo plazo para mí o para quienes me rodean.
  5. Trabajaré, si no tengo alternativa, pero siempre haré lo menos posible, levantándome lo más tarde que pueda, haciendo únicamente lo que se me obliga a hacer, o lo que debo hacer hoy y no puedo posponer, dedicando a la tarea el mínimo esfuerzo y ninguna iniciativa personal, tomando ventaja por cuanto atajo pueda, y dándome por vencido ante la menor dificultad que encuentre. Promoveré siempre un horario de trabajo más corto, fines de semana más largos, más vacaciones y feriados, y un retiro pagado lo más temprano posible.
  6. No me considero responsable de mi destino. Mi empleador me debe no sólo mi trabajo y mi salario, sino también tiene muchas otras obligaciones para conmigo: por ejemplo, mejores condiciones de trabajo, planes médicos y adecuados mecanismos para canalizar mis quejas. Todo empleador es un adversario de sus empleados, y debe ser controlado y censurado cuando no proporciona mayores beneficios y utilidades. Tengo derecho a participar en paros laborales pagados, siempre que esté descontento con él. Solamente puedo considerarlo un egoísta capitalista, interesado exclusivamente en acumular su fortuna personal y listo para aprovecharse de mí en cualquier momento.
  7. Delegué en mi sindicato el derecho de velar por mis intereses. Considero que los sindicatos han sido las principales entidades promotoras del bienestar de los trabajadores y mantienen vivo el espíritu de enfrentamiento con el empleador. El sindicato debe tener poder absoluto para negociar y obligar al empleador a mejorar continuamente mi condición de vida, usando cualquier medio, aunque sea ilegal, para lograr estos fines. En el Tercer Mundo los sindicatos tienen la función básica de obtener para sus afiliados los mismos beneficios de los cuales gozan los trabajadores sindicalizados del Primer Mundo. Mi lealtad total es hacia mi sindicato y cooperaré con él, rechazando cualquier intento de hacerme trabajar más, durante más tiempo, o más allá de lo expresamente estipulado en el contrato sindical.
  8. Estoy convencido de que el Gobierno no es solo responsable de proteger a mi sindicato y amonestar a mi empleador, sino también debe asegurarse de que mi salario sea continuamente aumentado. Espero múltiples beneficios del Gobierno: el financiamiento y la satisfacción de todas las necesidades de salud, incluyendo los beneficios por maternidad para las mujeres; el cuidado durante el día, así como la educación de mis hijos; un apoyo en los períodos en que me encuentre desempleado, enfermo o incapacitado para trabajar, y durante mi vejez. El Gobierno también debe asegurarse de que los precios, las tarifas de mi transporte y la renta que yo pago sean tan bajos como sea posible, y de que la calidad de todo lo que compro sea excelente. El Gobierno recolectará todos los fondos necesarios para proporcionar estos servicios, cobrando impuestos a todos los que sean más ricos que yo, emitiendo deuda, o incluso, cuando sea conveniente, imprimiendo más dinero.
  9. Estas actitudes, tan comunes en los tiempos que corren, se reflejan en muchas falacias económicas, que forman la base de los programas políticos de hoy. Algunas de ellas son como las que siguen:

a. Seremos más ricos y prósperos en la medida que gastemos más y ahorremos menos. Un corolario de esta creencia sería: el ahorro produce el estancamiento (stagnation). Esta actitud conduce directamente al desperdicio en el consumo, conocido como consumismo, y al agotamiento del capital escaso, que debe asignarse a la producción de muchos recursos no esenciales.

b. Seremos más ricos en la medida que creemos más empleos y paguemos mejores salarios, indistintamente de la productividad. El corolario de esto es que resulta contraproducente recortar los gastos laborales. Este error conduce al alto costo, asociado con la burocracia y la ineficiencia.

c. El desempleo es un mal mayor que la inflación. La consecuencia de esto es que se imprima todo el dinero necesario para crear empleos para todos, sin importar que se trabaje mucho o poco.

d. Es preferible la inflación a elevar los impuestos o disminuir los servicios prestados por el Gobierno.

e. La deuda no es importante. Es mejor endeudarse que sacrificar el bienestar presente. Nuestros nietos podrán ignorarla y la inflación la hace parecer irrelevante.

f. Los precios deben mantenerse bajos, a pesar de que hayan aumentado los salarios y la oferta monetaria. Siempre hay que responsabilizar a los productores por el alto costo de la vida y castigarlos con todo tipo de penas. Nunca se debe culpar al banco central del alza de los precios.

g. El Gobierno es un leal servidor público y su intervención en todos los programas sociales es tan beneficiosa como inevitable.

LOS SÍNTOMAS DEL ESTANCAMIENTO

El estancamiento, que resulta de las estructuras y actitudes expuestas anteriormente, se ve reflejado en dos fenómenos que causan y perpetúan la pobreza: el desempleo y la escasez de capital.

El desempleo
El desempleo o subempleo —entiéndase por ello el uso incompleto o ineficiente de los recursos humanos— es un importante y lamentable resultado de las actitudes y estructuras que hemos descrito.

El desempleo es causado principalmente por los salarios altos —no por los bajos—, y surge cuando los salarios no se manejan de acuerdo con la productividad, sino según las presiones de los sindicatos o por decisión gubernamental. Casi nadie reconoce el hecho de que, cuando la productividad de los trabajadores es insuficiente como para proporcionar un “salario vivible” o un “salario familiar”, la compañía o industria particular de que se trate genera pérdidas y va hacia la bancarrota. Por ello, debe aplicársele cualquier remedio posible para transformarla en generadora de utilidades.

Los sindicatos crean desempleo cuando obligan a que suban los salarios en forma antieconómica, o cuando demandan beneficios laborales que tienen un alto costo. A fin de cuentas, estas medidas promueven la reducción de la fuerza laboral en relación con su disponibilidad en otras condiciones, la mecanización prematura de industrias para ahorrar en relación con los altos costos laborales, y precios más altos para los bienes enviados al mercado. También contribuyen a crear estos efectos negativos las prácticas que reducen el ritmo del trabajo o lo paran del todo.

Los Gobiernos generan desempleo cuando imponen más regulaciones laborales o normas sobre empleo de las que puede absorber la economía. Decretar un salario mínimo es una de las principales causas del desempleo, lo mismo que los altos salarios exigidos por los sindicatos. Las tarifas proteccionistas obstaculizan el eficiente control de los costos y generan precios más altos para el público en general; esto significa que se produce y se vende menos; consecuentemente, habrá menos empleo.

Cuando los salarios son razonablemente bajos, de tal forma que todos puedan encontrar trabajo, no hay desempleo. Surge entonces una mayor abundancia de productos en los mercados domésticos e internacionales, y los precios se mantienen bajos también, de tal manera que todos pueden adquirir los bienes producidos. Son los salarios bajos los que conducen a condiciones de vida más humanas, benefician a las familias menos afortunadas y les permiten mejorar su situación. Son los salarios bajos los que permiten al Tercer Mundo hacer productiva su casi infinita oferta de recurso humano, para compensar su falta de capital, invadir al Primer Mundo con sus productos y crear abundancia para sus ciudadanos.

Escasez de capital
El segundo resultado del problema estructural y de actitudes es la escasez de capital en el Tercer Mundo.

El capital es escaso, porque se desperdicia o porque se restringe su creación o importación. El capital es esencial para hacer más productiva la fuerza laboral, y para financiar y suministrar muchos proyectos generadores de riqueza.

Tanto la iniciativa privada como el Gobierno desperdician el capital en situaciones como las que siguen:

1. Asignando recursos a usos no productivos. Por ejemplo, se dedica un porcentaje significativo del ingreso nacional a programas públicos de salud, con los que en la mayoría de los casos no se logra proporcionar los servicios que motivaron su creación. Los Gobiernos gastan cantidades enormes de capital, que de otra forma quedaría disponible para usos productivos.

2. Al invertir capital en proyectos que no satisfacen las necesidades básicas de la población, las consecuencias son éstas:

a. La inversión en obligaciones de los Gobiernos o bancos centrales (bonos o pagarés), que sólo sirven para cubrir déficits pasados, y no para crear nuevos bienes y servicios. Pareciera que el canal principal de inversión en muchos países es la deuda pública, en lugar de proyectos creadores de riqueza.

b. La nacionalización de industrias, que generalmente se caracteriza por un alto costo burocrático, servicio deficiente y pérdidas de capital.

c. La construcción excesiva de centros comerciales exclusivos, edificios de oficinas superfluas y viviendas elegantes, en lugar de invertir en productos de exportación que generan ingresos.

d. La inversión privada en productos que incitan a las personas al consumismo exagerado, en lugar de invertir en productos que satisfagan sus más grandes y urgentes necesidades: vivienda popular, centros de salud, educación.

e. Algunas regulaciones y prohibiciones ambientales, que resultan en altos costos, con ningún beneficio demostrado o tangible.

3. Expropiando, por la fuerza, empresas agrícolas rentables y luego redistribuyendo la tierra, lo cual ha destruido al sector agrícola de muchos países.

La importación o creación de capital es obstaculizada no solo por la incertidumbre política y económica, sino también por determinadas políticas empresariales y gubernamentales, como las que se enuncian a continuación:

a. Prohibiciones, privilegios exclusivos y regulación excesiva, que respaldan a los monopolios existentes y evitan la emergencia de nuevos proyectos competitivos, incluso cuando existan promotores aventureros en el país o en el extranjero listos para crearlos y deseosos de hacerlo.

b. Una alta carga tributaria marginal sobre el ingreso y las exportaciones, lo cual arrasa con el capital de inversión probable y lo desperdicia en dudosas alternativas.

c. Limitaciones discriminatorias sobre la inversión extranjera.

d. Préstamos y donaciones de fuentes internacionales, que frecuentemente sustituyen a la autogestión, responsabilidad e iniciativa de los ciudadanos.

El capital nunca debería ser escaso, ya que, cuando no se restringe, fluye naturalmente hacia aquellas áreas y proyectos más necesitados. Son las políticas anteriores las causantes de que la tecnología más avanzada, los productos y los procesos no fluyan hacia el Tercer Mundo, sino se queden rezagados en el primero, mucho más desarrollado ya. Así, nuestros empresarios y trabajadores, necesitados de capital, siguen siendo poco productivos y pobres.

CONCLUSIÓN

Al contrario de lo que ocurre en el Primer Mundo, el Tercer Mundo nunca tendrá la oportunidad de progresar y participar en la aventura de crear riqueza, si no se superan las siguientes condiciones:

1. Si continúa atribuyendo la pobreza a causas falsas y se empeña en ignorar las dos causas fundamentales del retraso económico.

2. Si perpetúa y protege las estructuras fracasadas del premodernismo, mercantilismo e intervencionismo, y no las substituye por un sistema de libre mercado competitivo, caracterizado por la producción masiva de bajo costo y la sana participación en mercados internacionales, permitiendo que las personas libres, no doblegadas ante controles opresivos, creen mediante su trabajo ese milagro económico que tanto añoramos.

3. Si rechaza las actitudes clásicas del trabajo arduo, el ahorro, la cooperación y la iniciativa propia, y en su lugar hace responsables del progreso al Gobierno, los sindicatos y los organismos internacionales, con sus promesas y dádivas.

Si se ignoran estos indispensables cambios, el Tercer Mundo seguirá siendo víctima del desperdicio de sus recursos humanos y de capital, lo cual seguirá imposibilitando indefinidamente el progreso y la abundancia.

Fuente: CEES (Guatemala)

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Discussion

One comment for “Opinion: Las causas de la pobreza en el Tercer Mundo – por Joseph Edward Keckeissen”

  1. La nota por demas brillante de Joseph Edward Keckeissen y su desarrollo tan claro que agregar algo seria opacar la misma, tristeza es lo que sentimos y la realidad es que todos estamos subidos al mismo barco!! los unos y los otros.

    Posted by eduardoalberto villab | May 13, 2011, 12:39 pm

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