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Bolivia

Bolivia: ¿En qué momento nos despojamos de la moral del ser cruceño? – por Ronald Méndez Alpire

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Para algunos la palabra principios, dignidad, espíritu y sobre todo moral es simplemente una forma de esconder la hipocresía, la ignorancia o simplemente la ausencia de respuestas inteligentes, lógicas a los retos con los cuales debemos enfrentarnos cotidianamente, para mí la moral es la esencia de la conducta que te permite respirar y sobre todo observarte a tí mismo y sentir que la presencia meteórica en un cuerpo valió la oportunidad de ocuparlo, más allá de la búsqueda utópica de pretender sellar en la vida de los demás un estilo de conducta, y esto se refleja no solo en el individuo sino en lo colectivo que representa una determinada sociedad con un estilo de conducta que logra encontrar que el camino hoy por hoy es el correcto.

Santa Cruz la del Campanario tenía alma, espíritu, capacidad de lucha y sobre todo a borbotones le brotaba la moral, fuimos un pueblo de calles de arena, de tablilla, mujeres embatonadas, de hombres que frotando un palo sobre la piedra encendieron la llama del desarrollo y empuje del cruceño. Llegó la década del 52 que en una mano trajo la hiel y sobre la otra la miel, con la hiel pretendieron que nos dobleguemos y fracasaron, con la otra engendramos a base de pulmón, de alma, con espíritu y sobre todo con valores, caminamos para que el campanario se convierta en la metrópolis de esperanza, fue el modelo cruceño el que le dio a este país el camino del reencuentro con el dorado.

Cuando hablo de perder la moral me refiero a ese algo que hasta ayer era inquebrantable, la sensación que nos permite mirar de frente, la de defender sin importar el costo. Es esa sensación, para que lo entendamos mejor , como cuando una mujer u hombre son descubiertos por sus parejas en un acto explícito de infidelidad, el que se equivocó ya no se atreve a mirar a los ojos de la persona que le dio su lealtad, Debe ser como si la madre o el padre de uno lo descubren robándoles, las palabras mañana nos quedan vacías, huecas, sin sentido, es ese algo que te permite que te fusilen en la guerra cuando eres descubierto en una infidencia con el enemigo, ese algo que hace que te fusilen sin protestar y aceptando que fuimos los responsables de perder lo que hace dignos, la moral es el azúcar con que nos premia la vida, cuando carecemos de ella la vida se transforma en amarga.

Hoy Bolivia está en las manos de los insatisfechos e insolentes delincuentes llenos de vanidad que desde su cueva en la plaza Murillo pretenden hacer cenizas nuestra moral, permanentemente buscan quebrarnos, desean apoderarse no solo de la tierra, de los bienes, de nuestro calor, sino apagar con un chasquido de los dedos nuestro espíritu, el modelo cruceño construido sencillamente con nuestra forma de alegrarnos los tres días del carnaval, o la devoción a la virgen de Cotoca, de velar a nuestros muertos la noche integra mientras ellos a la medianoche apagan la luz y se acuestan a dormir, estas especie de resentidos y despechados decidieron de antemano robarnos lo mejor de nosotros el espíritu, aunque ellos en su proyecto hablan de matar el alma de los “kharas”. Debemos reconocer que fue una premisa del cholo boliviano bajarnos la moral, todo el pasado siglo fue una permanente y larga batalla de la Bolivia de rostro mezquino: hacernos tragar nuestra sonrisa, y nunca se los permitimos, no los dejamos avanzar, parimos por decenas a las Anita Suarez, a los Melchor Pinto y otros, pero siempre libres y de pie. Y no tenemos rasgo de separatistas cuando cuestionamos a la Bolivia de color bronce, solo que ellos carecen de valores, la moral se compra simplemente porque son amorales o a lo mejor tienen doble moral, pero ese es su dilema por el que debatirán sus miserias putrefactas.

Que Santa Cruz se equivocó, si, y no una vez sino 20, pero nosotros mismos supimos con entereza reencausarnos al narcotráfico al bañarnos de privilegios, que para algunos fueron nuestros pecados, y frente a Dios supimos pagar la penitencia, pero eso nunca les dio privilegio a los ostentadores del poder. Desde su miseria profunda nos enviaron a los Ucureños que miles no nos asustaron, nos ofrecieron pasaporte y no se los aceptamos, a nosotros que desde las arenas surgimos pretendieron convertirnos en polvo y con todo, lo único que lograron fue darnos moral de acero y supimos perdonar, y les abrimos nuestra puerta para cobijarlos del tiempo y el hambre que heredaron de la Bolivia excluyente, porque ellos solo parieron exclusiones que pretendieron atribuírnoslas de forma sistemática sin hacernos mella.

Y de pronto, en una madrugada, la noche llegó con cuchillos largos y dientes afilados sedientos de sangre y para ello no dudaron en asesinar a tres dudosos personajes, que con cantaletas lograron embaucar a unos cuatro imbéciles y tres mozalbetes ingenuos en un oscuro contubernio de conspiraciones, que no lo supieron asumir y menos soñar en realizarlo. Lo que condujo a que en base a chantajes, extorsiones, traiciones y cobardías el enemigo pretenda que los cruceños paguemos esa factura, y para ello se da a la tarea de acecharnos, de humillarnos, de quebrarnos, de arrebatarnos la moral, y de la mano del Estado policiaco que no dudó en politizar cada institución, cada rendija de esas instituciones que formaban un estado democrático y que hoy por hoy es simplemente una réplica autoritaria de lo peor que tiene Bolivia: su modelo bronce.

Hoy, la cereza que le faltaba al pastel del sometimiento, fue la desproporcionada y humillante detención de una mujer que una milésima molécula suya está por encima de todo el proyecto autoritario de los que hoy ostentan las banderas del crimen democrático e institucional de Bolivia. Esto no fue un apresamiento sino un ultraje que nosotros mismos permitimos y observamos en silencio cómplice por el temor, porque carecemos de moral. Es bien cierto que la moral se pierde por errores, infidelidades o traiciones, pero aquí no cometimos los cruceños ningún pecado de los que nos atribuyen los inmorales, los amorales o simplemente los dobles morales que conforman el estado a la cabeza de bárbaros plebeyos embutidos de taras podridas de aquellos que tomaron por asalto el poder. Nuestro error fue la cobardía, la cruel espera de pretender postergar nuestro momento, porque a todos nos llegará, nadie se quedará libre de sentir en su rostro el olor de las “ojotas” de los originarios del odio, y no existirá tiempo para reflexionar que pudimos derrotarlos simplemente con espíritu y moral por que estos valores son como el crucifijo para Drácula.

Tenemos que lamentar comunicar a los cruceños que ya no tenemos moral y no fue que nos la arrebataron, sino que nos la despojamos por miedo a que nos comprometa con ser nosotros mismos, no nos la ganó Evo ni el corrupto de Sosa, la entregamos sin pelear, sin defendernos, o simplemente porque no merecimos nunca el titulo de ser cruceño.

Fuente: Ernesto Justiniano (Bolivia)

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