// you’re reading...

Colombia

Colombia: Homenaje a Gabriel García Márquez de su amigo Plinio Apuleyo Mendoza – por Gabriela Origlia

Compartir esta publicación:

Gabriel García Márquez (izq.) & Plinio Apuleyo Mendoza (der.) en su juventud

Plinio Apuleyo Mendoza, es mucho más que el amigo de Gabo. Diplomático, periodista y escritor, es íntimo de Gabriel García Márquez desde hace 60 años. Meses atrás, Mendoza mantuvo un diálogo exclusivo con E&N. En la  conversación repasó su relación con el escritor, su mirada de la Colombia actual, su crítica al socialismo y al periodismo.

Aunque a lo largo de la conversación varias veces se rió de sus olvidos y repitió  “están disparando bajito” en referencia a los compañeros y conocidos que van muriendo, Plinio Apuleyo Mendoza destila energía y entusiasmo.

El escritor, periodista y diplomático colombiano, amigo y compadre de Gabriel García Márquez no se cansa de contar anécdotas, de reflexionar sobre su país y sobre Latinoamérica. Por estos días está saliendo la reedición de su libro Aquellos tiempos con Gabo (Ediciones B) que incluye cartas que el Nobel le enviaba mientras escribía Cien años de soledad y El otoño del patriarca. Lamentó que su compañero “desde los 20” tuviera “olvidos de viejo” que le impedían la fluidez de la relación vía telefónica.

Con un camino en la política que se bifurcó, Apuleyo Mendoza y García Márquez parecen tener memorias dependientes. Se ratifican y refrendan los recuerdos que son muchos y muy interesantes, ya que juntos pueden reconstruir buena parte de la historia contemporánea latinoamericana y europea.  El cubano Fidel Castro es el punto de inflexión en el vínculo: “Es un problema que hemos tenido toda la vida con Gabo. Lo discutimos con humor. Pero no hay que olvidar y eso no lo sabe casi nadie, que hemos sacado mucha gente de Cuba”.

Instalado en Bogotá hace un tiempo, es pesimista respecto del futuro de su país donde –a su criterio- la guerrilla sigue condicionando todos los logros económicos que se pudieron haber logrado. Lamenta que la gente, igual que la de El Salvado o Hunduras,  “se haya acostumbrado” a vivir en la violencia.

– La reedición de su libro incluye cartas que le enviaba García Márquez, ¿las lee a menudo?

PAM – Hacía mucho que no las volvía a ver. Le pedí autorización a Rodrigo, su hijo y mi ahijado, para publicarlas. Me autorizó rápidamente porque no hay nada personal, privado, en ellas. Me cuenta cómo concebía la novela, la incertidumbre de saber si tendría acogida o si sería un fracaso. De “El otoño…” nos mandó manuscritos a varios amigos cercanos y me contaba que cuando recibió las respuestas pudo dormir tranquilo, porque ya no tenía tantas dudas…

– Cuando escribió “El otoño” ya era un escritor consagrado, ¿todavía tenía incertidumbres de ese tipo?

PAM – No, ya no, pero fue el libro más difícil, le llevó mucho trabajo para las tres ediciones que cubrieron un lapso de 15 años. Con esa obra ya no le interesaba cómo lo recibiría el público, ya era un autor célebre; pero fue un libro que empezó de una manera, en primera persona, y después tuvo una cantidad de tropiezos; fue complejo. De alguna manera yo presencié su nacimiento. Lo llevé a Gabo a Caracas cuando renació la democracia y fuimos al palacio Miraflores (NR: sede la presidencia de Venezuela) y, cuando salíamos, un mayordomo que había sido ayudante del dictador Juan Vicente Gómez  nos contó cosas muy curiosas…Seguimos caminando y él me dijo “no se ha escrito la verdadera novela del dictador” y empezó a dedicarle tiempo a investigar, a leer. Fue un proceso difícil, muy largo. Imagínese que escribió “Cien años de soledad” en 18 meses y El otoño… le llevó años.

– Para ud, ¿cuál es el mejor libro de García Márquez?

PAM – Él siempre decía que se quedaba con “Cien años…” pero ahora elige El amor en los tiempos de cólera. Yo sigo pensando que Cien años… es su mejor libro.

– ¿Cómo fue el proceso de empezar siendo amigo de un Gabo sin plata y desconocido y terminar al lado de uno de los mejores escritores de la historia?

PAM – Nunca he aceptado tratarlo como si fuera una celebridad. Hemos compartido mucho, discrepamos sobre Cuba, conversamos sobre todo…Piense que convivimos 20 años siendo pobres y luego con un Gabo célebre recorría los mismos lugares mientras lo asaltaban para pedirle firmas. Él no disfrutaba de eso. Me consta haberlo visto en Barcelona entrar a una librería cuando estaba cerrada, ir a un restaurante al fondo. Una vez me fue a visitar a Roma y caminamos unos 15 minutos, lo detenían en cada esquina y yo recordaba que lo había visto en esas mismas ciudades pero de otra manera.

– ¿Qué le decía en esas situaciones?

PAM – Siempre me comentaba que vivía en el temor. La síntesis es una frase suya:  “El miedo siempre me acompañó; primero miedo por lo que me podía ocurrir y ahora miedo por lo que me sucedió.

– Más allá de su relación con Gabo, ud ha tenido una vida muy rica…

PAM – Me pasa que miro hacia atrás y quedo pasmado. He vivido muchas vidas en una. Estuve 35 años en Europa; pasé por Roma, París, Lisboa; también estuve en la Colombia profunda, dura y peligrosa; me metía en los sitios más complejos, donde la guerrilla reinaba…Todo eso me costaba mucho. Escribí Entre dos aguas contando esa experiencia, un personaje era yo y el otro, era como mi hermano, uno vivía en Europa y el otro, como militar, la experiencia de la guerrilla. Me amenazaron, me atacaron; fueron extrañas experiencias que las vengo a descubrir de viejo.

– ¿Cómo ve a su país hoy, cuando ya lleva un tiempo instalado allí?

PAM – Soy muy pesimista, muy triste. Colombia tiene una buena política económica, está recibiendo ingresos porque a su histórica exportación de café sumó las del carbón y del petróleo, del que produce 1 millón de barriles diarios; pero la guerrilla sigue terrible después de 50 años. Subsiste por dos aliados, uno es la geografía; tenemos 500 kilómetros de selva donde no hay Estado. El otro colaborados son los inmensos recursos del narcotráfico. La guerrilla colombiana es la más antigua y la más rica del mundo. Me entristece  el divorcio profundo entre la sociedad civil y los políticos; hoy en mi país “política” es una mala palabra, los que se dedican a ella son vistos como seres corruptos. La guerrilla reaparece y la inseguridad campea, han surgido bandas criminales. Ya vivimos el conflicto armado como Guatemala y El Salvador, lo estamos padeciendo y cuando uno viene de afuera lo siente más pero acá la gente se acostumbra a vivir así, lleva una vida ligth y eso es muy deprimente. Tal vez esta mirada también tenga que ver con que los años que me cayeron encima, con la desaparición de amigos, con –como me dice uno muy querido- “están disparando bajito”.

– ¿Cómo se sale de esa situación, cómo se recrea la confianza en la política?

PAM – Es muy difícil. Me reúno siempre con amigos y conversamos mucho  el tema. Todos dicen que hay que crear nuevos partidos, pero  hacerlo es muy difícil. Aquí el dinero es el primer elector, antes no era así. Regía cierta movilización por los principios, había vocación, pero ahora el elector espera dinero por el voto…

– ¿Qué cambió desde que escribió, con Carlos Montaner y Álvaro Vargas Llosa, el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”? Era el ’96 y allí satirizan la manera de pensar de las élites de la región.

PAM – Sigue absolutamente vigente porque las ideas que dominan son las mismas que entonces, las que llegan al mundo universitario son las mismas. Siempre la idea de que somos pobres porque los ricos nos explotan… Siempre igual, una réplica de lo que yo era a los 25 años cuando era muy de izquierda, casi marxista, pero la realidad derrumba la ideología y hoy los jóvenes expresan lo mismo sin darse cuenta de que están equivocados. Me gusta mucho la frase de William Churchill de que si a los 20 uno no es de izquierda es porque no tiene corazón, pero si a los 40  lo sigue siendo no tiene cabeza… Y eso es lo que veo.

– Tiene diferencias en esa concepción con García Márquez. Él sigue siendo de izquierda…

PAM – Sí, pero cuando éramos jóvenes era diferente. Yo sí era militante, actuaba en la izquierda; él lo miraba a la distancia, estaba muy metido en su creación literaria. Cuando él tenía 25 y yo unos 20  nos encontramos en París, teníamos el sueño del mundo socialista tal vez porque en Latinoamérica había dictadores sustentados por el departamento de Estado, entonces creíamos en el socialismo como solución. Nos fuimos a conocer los países del Este en un auto viejo y chico, con mi hermana atrás. Nos metimos en la Alemania oriental, era todo horrible, espantoso. Hablamos con alguna gente con la ayuda de un amigo, ellos decían  francamente lo que pensaban.  Un día llegamos a Leipzig, Gabo se había dormido y yo manejaba. Paré un rato y cuando despertó le pregunté con qué había soñado. “Soñé que el socialismo no funciona”, me dijo. Tiempo después escribí un libro muy crítico.

– ¿Qué cree que lo cambió?

PAM – Después vino la revolución cubana, yo lo llevé por primera vez a La Habana. Fui nombrado en la agencia Prensa Latina, donde Gabo también trabajó hasta que renunciamos por nuestra solidaridad con el periodista y guerrillero Jorge Masetti, quien reclamó porque no acordaba con que una célula de periodistas quería controlar la agencia. Hizo ese planteo, los despidió y lo obligaron a reengancharlos. Renunció y lo mismo hicimos nosotros. Un comandante nos dijo que “en la revolución no se renuncia que quien lo hace es contrarrevolucionariario”. A Gabo ni siquiera le mandaron el pasaje para que regresara de Nueva York; le tuve que mandar US$ 150, que no eran nada pero era lo que tenía, para que llegara hasta México. Después vino el caso del poeta (Heberto) Padilla, primero premiado y después perseguido por el régimen. Intelectuales latinoamericanos decidimos firmar una carta de protesta en Le Monde. Gabo no aparecía por ninguna parte y, bajo mi responsabilidad, hice agregar su firma porque sabía lo que él pensaba. El me ratificó públicamente, pero en una carta privada me dijo que no quería firmar. Entonces fui al diario y dije que lo publicaran, sin echar la culpa a nadie, sólo a mí. No fue (Mario) Vargas Llosa u otro, fui yo.  Entonces (Fidel) Castro invitó a Gabo a La Habana ya que era el único escritor consagrado que no condenaba su gobierno. A partir de ahí  predomina la amistad personal; incluso así  mantuvo su distancia con el .mundo comunista europeo. Por su amistad con Fidel ayudó a liberar a mucha gente desde el mismo Padilla a Norberto Fuentes. Hacíamos la labor entre los dos; yo lo llamaba, le pedía y él hacía la gestión. Incluso intervino en cosas pequeñas; cuando yo vivía en Portugal había un cubano exilado que trabajaba en la agencia en EFE que me contó que a su madre, ya anciana, no la dejaban salir más para visitarlo. Le pedí a Gabo y a los ocho días la mujer estaba en Lisboa…

– Me cuenta que Gabo tiene “olvidos de viejo”,  ¿Ud qué quiera olvidar o prefiere recordar todo?

PAM – Quiero acordarme de todo, me persiguen algunos recuerdos. Cuando voy a París, por ejemplo, me asusta un poco el pasado con su peso. Me inquieta, pero no quiero olvidar nada. Decidí regresar a Colombia pese a que mis hijas se volvieron francesas y mis nietas lo son. Estpy acá y las extraño y, allá, extraño a otros…

– Sigue “Entre dos aguas”, como su libro…

PAM – Sí. La primera vez que volví fue a fines de los ’80, cuando me trajo mi segunda esposa. Cuando aterrizábamos me dijo “ya sé que vas a llevar vida parisina en Bogotá, vas alimentar la nostalgia”. Para evitar eso me convertí en reportero  y me metí a la Colombia profunda. Paseé los riesgos más grandes, estaba amenazado. Un día me llamó el comandante del Ejército para explicarme que había sicarios con la misión de matarme. Le pregunté qué debía hacer,  y me aconsejó no darles batalla para no facilitarle las cosas. Me pusieron escolta.  Me encontré con Gabo, le conté lo que pasaba y él me mandó un pasaje a París, a donde volví con su hijo. A la vuelta vivía blindado;  el presidente (César) Gaviria me ofreció ser embajador en Alemania. Rechacé la propuesta aunque mi esposa pintora decía que era la oportunidad de estar cerca de los maestros flamencos. Más tarde me pidió ocupar ese cargo en Italia. Estoy seguro que fue por intercesión de Gabo, siempre amigo.

Fuente: Estrategia y Negocios

Ver video de una conferencia de Plinio Apuleyo Mendoza para la Fundacion HACER en Bogota, Colombia. A los 26 minutos 28 segundos, el disertante cuenta una jugosa anecdota de sus viajes junto a García Márquez:

(Total: 244 - Today: 1 )

Discussion

One comment for “Colombia: Homenaje a Gabriel García Márquez de su amigo Plinio Apuleyo Mendoza – por Gabriela Origlia”

  1. Plinio es sin lugar a dudas uno de los más importantes escritores vivos latinoamericanos que conoce de verdad y como testigo de excepción, la cruda realidad de los regímenes latinoamericanos, los engaños del poder político y la dureza del diario vivir del habitante de la américa hipana. Y es importante-dejando de lado su amistad con J:G. Márquez- porque es brillante como creador literario, es decir, es UN GRAN ESCITOR, y como ser humano, no ha dejado de estar preñado de esa inmensa condición de ser profundamente humilde y sencillo, lo cual acrecienta su grandeza. Mis respetos a un gran hombre.

    Posted by RICARDO BLANCO | July 18, 2014, 8:48 pm

Post a comment

Connect to HACER.ORG

FB Group

RECOMMENDED BOOKS

Support HACER today!

HACER is a tax-exempt organization under Section 501 (c)(3) of the Internal Revenue Code, our supporters will find their donations to be tax-deductible. Donate online now!