Hoy, los ecuatorianos tenemos una enorme oportunidad: podemos ser cómplices, o no, de lo que se está fraguando en la Asamblea Nacional. El asunto es sencillo. En el desesperado esfuerzo del Régimen por aprobar una Ley de Comunicación, atropella nuevamente las normas de funcionamiento de cualquier sistema de derecho. La perla de hoy consiste en que, mientras un asambleísta dirige el Pleno, su suplente actúa en una comisión. ¡Qué linda manera de duplicar la representación gubernamental!

Pero tal vez no debe asombrarnos. Ya el Régimen ha demostrado que, por controlar el poder, está dispuesto a pisotear todas las normas de convivencia. Todo esto para aprobar una ley que es a todas luces perversa. Esta actuación tiene dos lógicas a su interior. Por una parte, está el deseo desmedido y descontrolado de convertir a la Presidencia del Ecuador en una parodia de zar, que controla toda la sociedad. Pero hay algo más. Los asambleístas de Gobierno están irremediablemente divididos. Por una parte, los “problemáticos”, es decir, los que tienen alguna convicción propia; y, por otra, el grupo más oportunista, más sumiso y más servil a la crasa mediocridad el poder. ¿Qué les puede unir a ellos? Nada, sino un conflicto en común con el resto de la sociedad y, para ello, tienen que inventar algo. Tienen que imaginar que, en el apoyo irrestricto a la patológica ambición de poder del Régimen, están unidos. Los unos, porque creen que eso corresponde a sus delirios revolucionarios no procesados y, los otros, porque significa un simple ascenso en la lucha de los cortesanos por estar cerca del caudillo

Los que tienen las de perder son, sin lugar a dudas, los ideológicos. Los oportunistas buscarán arreglárselas con igual servilismo con el próximo Gobierno. Los ideológicos, en cambio, seguirán viendo cómo crece la persecución que ellos sufren con este mismo jefe, al cual, candorosamente, entregan todas las armas para que los destruya. Pobres fervientes revolucionarios, cavan afanosamente su propia tumba.

Pero el problema es que, con ello, arrastran el país no solamente al reino de desigualdad, desempleo e inseguridad que vemos todos los días, sino que, además, al reino del autoritarismo y la arbitrariedad.

¿Qué posibilidad tenemos los demás frente a esta dinámica? No sé muy bien cuáles sean las estrategias de mediano plazo, pero lo que sí está claro para mí es que, en este momento, tenemos una obligación, y esta es la de no callar. De decir a voz en cuello: ¡No es legítimo este Régimen, apestan sus maniobras y da asco la manera en la que ha violado y sigue violando todos los principios de debate político, de la convivencia democrática!

Es el momento del grito de indignación, pero algunos dirán cómo enfrentarse a las cadenas cotidianas del poder, a su chantajes, su amenazas. Aquí, hay una sola respuesta, y se trata de algo en lo cual probablemente el lector es mucho mejor que yo. Se trata de la creatividad: si asumimos planamente esas cualidades que sí tenemos, veremos cómo pronto los arrinconamos, y su poder se desvanece como la neblina con el sol.

Fuente: Hoy (Ecuador)