Mientras la flamante promotora de afrodisíacos viajó a Venezuela para cantar loas a la dictadura comunista de Hugo Chávez (en probable gesto de gratitud por las valijas oportunamente recibidas), en la Argentina las patotas oficialistas arremetieron con toda virulencia contra la persona de Julio Cobos.

Qué con tanta saña se ataque a este y no a otros líderes opositores no obedece a un encono incausado. Efectivamente, de los dirigentes “presidenciables” en danza, no hay otro que amenace tanto la perpetuidad gubernamental del matrimonio como la figura del citado Cobos.

En tanto Carlos Reutemann prosigue su indefinición ad perpetuam, Eduardo Duhalde no remonta su imagen negativa y el capital político de Mauricio Macri se desvanece por culpa de su pobrísimo papel como intendente porteño y su nulo compromiso ideológico (erosión que puede derivar en implosión si el polémico Juez Oyarbide así lo quiere), a la postre, sea por amor o por descarte, Cobos y no otro es el hombre que en verdad pone en peligro la continuidad mega-empresarial del matrimonio hotelero.

Ocurre que Cobos no sólo ha logrado conservar los buenos guarismos de adhesión que supo conseguir cautivando al electorado independiente con su famoso voto “no positivo”, sino que el radicalismo lo perdonó de algún pecado partidario de otrora y aunque parezca una rareza, el propio Cobos comienza a ser visto con cierta simpatía por gran parte del electorado conservador, el cual definitivamente dejó de poner expectativas en el vacilante e insustancial hijo de Franco Macri.

Hombre de Fé Católica, Julio César Cleto Cobos en sus orígenes estuvo cercano al Partido Demócrata en Mendoza, fue egresado del Liceo Militar “General Espejo” y posteriormente se anotó como voluntario en la Guerra de Malvinas en calidad de Teniente de Reserva (en esa misma época el exitoso matrimonio Kirchner ya se dedicaba a la usura arrebatando propiedades de morosos).

Luego se recibió de Ingeniero dedicándose a la actividad universitaria y seguidamente militó en la UCR para finalmente consagrarse Gobernador de la misma. ¿Porqué aceptó entonces ser Vicepresidente de la bachiller Cristina Kirchner?.

La respuesta es más simple de lo que parece: estamos en Argentina. Desdichado país en donde la moral política está en el subsuelo y ningún dirigente relevante pareciera poder mostrar un trasero inmaculado. Mientras el cohecho y el robo es la norma, cambiar de partido se reduce a una picardía de tercer orden.

Ya Juan Bautista Alberdi promediando el Siglo XIX habló de la “República posible” y no de la República ideal. Muchas décadas después, con cierta dosis de realismo (o resignación según se mire), la mass media no está buscando al gobernante impoluto.

En parte porque sabe que tal caudillo no existe y la pobre escala de valores reinante no sólo pesa sobre la dirigencia política sino sobre la sociedad toda. Ya no tiene lugar en el imaginario colectivo la ficción del “hombre providencial” y la noción del “mal menor” prevalece.

En resumidas cuentas, sea por entusiasmo o descarte, Julio Cobos es el más beneficiado para ocupar el Sillón de Rivadavia y no por azar el kirchnerismo dispara artimañas destituyentes contra quien aparece como la alternativa natural para reemplazar a un gobierno crapuloso al que las perspectivas de vida se le acortan.

El desesperado oficialismo pega, demoniza y patea contra Cobos. Empero, cada proyectil que el mendocino recibe, lejos de ser un dardo venenoso se constituye en una inyección vitamínica que lo fortalece. Toda vez que el kirchnerismo ataca a Cobos no sólo coloca al atacado en el centro del ring side, sino que implícitamente “ningunea” por completo al resto de los aspirantes polarizando la riña en su favor.

Pero Julio Cobos no va a renunciar ni a punta de pistola. No sólo porque fue votado por un lazo constitucionalmente establecido, sino porque a diferencias de lo que sucedía meses atrás cuando algunos dirigentes opositores le pedían que renuncie a su investidura alegando una contradicción con el Ejecutivo, estos ya se han dado cuenta que una dimisión le haría perder a Cobos protagonismo político (el kichnerista rentado Carlos “Chacho” Alvarez puede dar testimonio de las consecuencias políticas de tal salto al vacío).

A lo que cabe agregar que no pocos argentinos sienten que la permanencia de Cobos en la Vicepresidencia opera de freno o reaseguro institucional ante los constantes atropellos del régimen y sus barrabravas alquilados.

Nada sería peor para Cobos que el oficialismo deje de prestarle atención. Mientras tanto el mendocino sigue recibiendo los cachetazos que paradojalmente lo acercan cada vez más a la consagración.

*Nicolas Marquez es abogado, periodista y escritor. Ultimo libro del autor: “El Canalla – la verdadera historia del Che Guevara”. www.nicolas-marquez.com.ar

Fuente: Notiar