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Chile

Chile: Una guerra falsa – por Axel Buchheister

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Se conoce como “guerra falsa” el período entre la invasión alemana a Polonia (septiembre 1939) y la que sucedió a Francia (mayo de 1940), que se caracterizó porque no hubo hostilidades entre las partes en conflicto, atentas cada cual a los probables movimientos de la otra, salvo por declaraciones y pequeñas escaramuzas.

En el ámbito político, Chile vive hoy su propia “guerra falsa”. Acaba de asumir un gobierno de centroderecha, lo que no es un evento menor, pues puso fin a una hegemonía de centroizquierda que gobernó durante 20 años y por cuatro mandatos sucesivos. Más aun, cuando el sector no accedía al poder por medio de elecciones desde hace 50 años. Cualquier analista político hubiera supuesto que ya en el primer mes dominarían el debate planteamientos con las visiones propias de ese sector político. Pero nada.

Parte de la explicación está en que la agenda ha sido monopolizada por las acciones para hacer frente a los efectos de la catástrofe “27F”. Sin duda que ha sido así, pero incluso en este frente las acciones no han sido muy profundas, lo que complica a un gobierno que, eludiendo mayores definiciones, logró salir electo prometiendo capacidad de gestión y sentido de urgencia. Sólo en sacar un paquete de medidas para enfrentar la situación de emergencia se tardó su buen poco.

Pero la reconstrucción perderá su protagonismo tarde o temprano. Comenzarán entonces a tomarlo la educación -el gran talón de Aquiles para nuestro desarrollo-, el desempleo o la caída sistemática de productividad de la economía. Porque si bien hay que reconstruir las escuelas que se cayeron, el problema de fondo es que la educación es mala. Y una buena estrategia es anticiparse a los acontecimientos: ¿Qué se hará con estos problemas?, porque aún nada sustantivo se ha dicho. Durante la campaña se habló de 6% de crecimiento o 200 mil empleos anuales, pero esos son los objetivos, la pregunta es ¿cómo se logra eso?

La Concertación, por su parte, no realiza acciones muy notables. Tiene que hacerse cargo del reverso de la medalla: perdió el poder después de 20 años, habiendo sido la coalición más exitosa de la historia política chilena y habiendo obtenido cuatro mandatos consecutivos. ¿Qué fue lo que pasó? Esa es la pregunta que se debe responder; sólo cuando tenga una respuesta acertada podrá generar la mejor plataforma para hacer buena oposición y aspirar nuevamente al poder. Convoca entonces a un cónclave, pero para hablar ¡de la reconstrucción! De ahí tampoco salió nada sólido, salvo un “esquinazo” de los ex presidentes en contra del actual, lo que en las mejores prácticas democráticas de otras latitudes no se consideraría como algo muy bien visto. Quizás resulte que fue a favor.

En un reciente estudio, dos académicos no lejanos a la Concertación plantean que ella perdió porque se izquierdizó, alienando el voto de un segmento nuevo de clase media aspiracional que no compra el cuento de “más Estado”. En particular, dicen que cometió el grave error de levantar la bandera de la educación pública y atacar la privada, cuando ese grupo es fruto de diversas formas de educación privada o aspira a ella para sus hijos. Tesis que ataca a la yugular de las creencias más sentidas de ciertos prohombres del conglomerado. ¡Ahí hay tema de debate para un cónclave!

Mientras tanto, los chilenos asistimos a una guerrilla sobre el Dicom de los gobernadores o si declarar como inculpado es sinónimo de ser culpable. ¿Y la agenda de verdad, cuándo?

Las guerras falsas no existen, son períodos de calma que preceden a las hostilidades. Llegado el momento, lo decisivo es quién lidera y en qué campo se produce la lucha. En términos políticos, en torno a qué agenda y cuáles ideas se debate.

El gobierno se gana y se ejerce para definir la agenda y proponer las propias ideas como solución. Los ciudadanos escogieron a la Coalición por el Cambio para darle una oportunidad, no para que hiciera mejor lo que propone la Concertación. Y aunque en la campaña no se entró en precisiones, la gente es más inteligente de lo que se cree: sabían, o al menos intuían muy bien, el producto que estaban comprando. Que la oposición es mayoría en el Congreso, eso no es más que un desafío para el liderazgo: que el ciudadano demande los cambios que se proponen.

Sería inconcebible que la centroderecha terminara gobernando en torno a una agenda estatista y “progre” puesta por la oposición, pues ello sería pasaporte seguro para un quinto gobierno de la Concertación, que a esas alturas sería el sexto.

Fuente: La Tercera (Chile)

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