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Argentina

Argentina: A igual camino, identicos problemas – Correo de Buenos Aires

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Por una u otra razón, los integrantes del matrimonio presidencial dominan el centro de la escena comunicacional argentina. Como en una cámara fija, uno y otro están todo el día y a toda hora en las pantallas de televisión y en las radios como si fueran el ombligo periodístico por excelencia. Es cierto que a cambio de la generosa pauta publicitaria estatal, los medios de prensa se verían obligados a repetir un ranking de noticias previamente elaborado por la Secretaría del Manejo de la Opinión Pública que deben repetirse en determinado tiempo, pero de ahí a lo que se ve y oye es muy mucho para un territorio poblado por cuarenta millones de habitantes y una cada vez mayor cantidad de extranjeros provenientes de países limítrofes a los que hay que prestarles toda clase de ayuda no se sabe bien a título de qué.

Pero últimamente Néstor Kirchner ha eclipsado casi por completo a su cónyuge con quien usufructúa ese bien ganancial llamado Argentina. Al bullicio infernal de cierta ala opositora que motivó el conocimiento de la compra de dos millones de dólares por parte del primer gobernador de la nueva dinastía, le siguió la elección de un sanatorio privado para operarse de urgencia de la carótida. Semejante cantidad de cámaras y micrófonos a su disposición le vino bien al Gobierno para intentar disimular una nueva baja en sus acciones que había engendrado el culebrón de enero por el despido del titular del Banco Central, y una situación económica que se avizora como más que complicada.

Sin embargo, las críticas de los criticadores parecen infundadas y por momentos podría llegar a inferirse que, concientes o no, están destinadas a desviar el foco de atención de otros cuestiones que sí podrían comprometer en la Justicia al matrimonio gobernante. En efecto, aún no está prohibido comprar dólares legalmente en este país y para ello hay que dejar todas las huellas digitales asentadas en un papel. Entonces no resulta judiciable ese problema para quien no ejerce en la actualidad un cargo público. Tampoco esa acción puede ser considerada como falta de ética porque un millonario puede disponer de sus bienes para acrecentarlos si es que lo desea, como lo haría cualquier persona que hubiese decidido comprar por la misma vía cincuenta mil o cien dólares. De estas últimas las casas de cambio están repletas.

Si los censores resolvieran ventilar seriamente los manejos financieros de los Kirchner, deberían hurgar en el misterioso derrotero de los famosos quinientos millones de dólares depositados en el exterior por el pago de regalías petroleras atrasadas que aportó YPF a Santa Cruz en la década del 90; los exorbitantes intereses pagados por el Banco de Santa Cruz al matrimonio por sus depósitos; la compra de una parte del paquete accionario de YPF por parte del banquero amigo Askenazi, dueño, a su vez, de ese mismo banco; la compra de tierras fiscales santacruceñas a precio vil que después la pareja vendió como si fuera oro; el desbordado enriquecimientos de sus secretarios privados y personal de estrecha confianza o los posibles sobreprecios en la obra pública a los que los políticos dan tan poca importancia. Eso sin contar de qué manera el dúo adquirió numerosas propiedades durante el último interregno militar, al mismo tiempo que sus supuestos compañeros “idealistas” de otros tiempos eran encarcelados o abatidos por las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Todo lo demás es entrar en el malabar de la numerología presentada por matemáticos del fraude.

Pero como expresáramos en la entrega anterior, lo realmente grave es que el Gobierno, para diluir los efectos adversos para su imagen que logró la compra de dos millones de dólares por parte de uno de los dos Presidentes en ejercicio, haya tolerado -y tolere- que circule información reservada con la nómina completa de otros compradores de dólares en la misma condición que un Kirchner como si un elefante en la Plaza de Mayo pudiera ser ocultado rodeándolo de cien elefantes de igual porte. ¿O sí? A través de esa delación, que resulta inconcebible durante un gobierno electo por el voto popular y que dice bañarse dos o tres veces por día en las aguas del mejoramiento de la instituciones, a partir de ahora los futuros compradores preferirán la vía del merado negro para sus operaciones: todo un logro.

Por otra parte hubo quienes, enfrascados en notar lo nimio, criticaron la internación y posterior operación de Néstor Kirchner en un sanatorio privado aduciendo que para tal fin, en los tiempos que él ejercía la Primera Magistratura, para casos de urgencia en donde se viera comprometida la salud presidencial, habían preparado una habitación especial en el hospital municipal de esta ciudad, Cosme Argerich. La respuesta no se hizo esperar y de inmediato los correveidiles Rosados manifestaron que ese nosocomio no se hallaba en condiciones de prestar tal servicio médico. El hecho nos lleva a reflexionar que bien pudieron acordarse antes pero también que Néstor Kirchner no lleva ni la banda ni el bastón presidencial como para usar prerrogativas estatales que únicamente le corresponden a los funcionarios públicos, en este caso, a los de más alta jerarquía. No obstante, es posible que ese cónyuge use en ciertas ocasiones pertenencias del Estado como si fuesen propias. Esa sería una inmejorable oportunidad para que sus críticos, y sus críticos pero no tanto, realicen ante la Justicia las denuncias correspondientes.

Pero quienes aseguran que existe la vida durante el mandato de los Kirchner, observan con detenimiento la caída de su popularidad o, si se prefiere, el ascenso de variantes económicas que la publicidad oficial ha intentado ocultar sin éxito durante años. Es sabido que cuando esas variantes se disparan hacia un furioso ¡pum! para arriba, las expectativas de la población se encaminan hacia el consabido ¡pum! para abajo, hasta el subsuelo. Claro que la culpa es siempre de los otros y hay que echarle la culpa al FMI, el FBI, al cambio climático, la “oligarquía” o los que no quieren este “modelo nacional y popular bolivariano con inclusión social” (muchos).

La Casa Rosada intenta por todos los medios conocidos (ignoramos los desconocidos) hacerse del dinero con que cuenta “El Fondo del Bicentenario”, un engendro ideado con el solo fin de mantenerse en el Poder cuando todos los demás medios de financiación internacional, incluido el del compadre Chávez, al 15,3% anual, le son, por fortuna, esquivos. Con ellos se podrían para pagar sueldos nacionales, provinciales y municipales; tranquilizar a los piqueteros oficialistas que tan buenos servicios han prestado hasta el momento y mantener el status quo del sistema que desde la segunda mitad del siglo pasado se muestra orgullosamente incólume. Tras ese dinero van también muchos opositores aunque disfracen sus pedidos de un “control” sobre los futuros gastos de los fondos del Bicentenario, o reclamen parte de lo recaudado con el impuesto al cheque en lugar de exigir su inmediata derogación o que se baje el IVA en una primera etapa al 15% para desterrar el insultante 21% que se paga en la actualidad. Como se ve, el gasto y el consumo a rajatabla no es patrimonio exclusivo del matrimonio presidencial.

Las distintas variantes del “modelo” bolivariano hacen agua por los cuatros costados y la inflación se potencia. Estamos tan mal que volvió Cavallo a opinar. Hay que tener cuidado porque en cualquier momento lo nombran ministro y manda otra vez las ovejas al corralito. Ahora la Casa Rosada le echa la culpa al campo de ser el principal impulsor de los aumentos del precio de los alimentos. Pero nada dice de cuál fue la causa que obligó al correo estatal a elevar los precios en 2007 entre un 10 y un 60% y modificar las categorías sin comunicárselo con anterioridad a los usuarios, para volver a hacerlo en agosto de 2009 y hace días dar un golpe de gracia a los tenedores de casillas de correo con un cercano aumento del 750%: sí, leyó bien, 750%. A todo esto, los sueldos de los encargados de edificios de propiedad horizontal se han incrementado desde noviembre-diciembre pasado un 28% promedio y se espera que en abril, las asociaciones de “propietarios” y el sindicato pauten un aumento que orillaría el 20%.

Preocupado, el líder de la CGT termina de acusar a los medios de prensa de alentar la inflación de manera similar a lo que hicieron en su momento otros socios del pensamiento gubernamental, los jueces supremos Argibay y Zaffaroni, cuando acusaron al periodismo de provocar una sensación de inseguridad fogoneando los hechos delictivos con una cobertura exagerada. En este tipo de equivocaciones, que no son precisamente del tipo angelical, se inscribe el deseo del sindicalista de pedir aumento de salarios para mantener el poder adquisitivo: “Más de lo mismo”.

Precavidamente, los piqueteros que dicen no ser K amenazaron con marchar a la Capital Federal si es que no se les entrega más planes sociales, otros gremialistas coparon las calles céntricas de esta ciudad para exigir que se les entregue el dinero que se les adeuda de las obras sociales que administran y productores agropecuarios anunciaron que retomarán las protestas. La incógnita es saber si los jefes bolivarianos sabrán cambiar el rumbo elegido o si por el contrario, insistirán en él con riesgo de extraviar definitivamente sus nombres en la historia de sus respectivos países.

Fuente: Correo de Buenos Aires

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