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Panama

Panama: De la regulación de precios del combustible – por Alfonso Grimaldo Poschl

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El libre mercado ha comprobado, a través de la historia, ser el sistema más adecuado para coordinar la actividad humana dentro de la sociedad. La razón por la cual esto es cierto es que los mecanismos de mercado permiten la obtención por parte de individuos de los productos y servicios que desean mediante transacciones voluntarias que benefician a ambas partes del intercambio.

Estos mecanismos de mercado, la competitividad, la cooperación y el intercambio voluntario entre individuos, el sistema de ganancias y pérdidas y el mecanismo de precios libres, permite un ajuste constante entre las fuerzas de demanda y oferta y permite la distribución de recursos de la manera más eficiente posible en su rendimiento útil.

La maravilla del mercado pasa muchas veces sin ser percibidas por nosotros. El carro que conduces no fue fabricado ni remotamente cerca de ti e incluye componentes de todas partes del mundo, entre materiales americanos, piezas europeas y tecnología producida en el continente asiático. No obstante, allí esta, delante de ti, listo para ser conducido. ¿Acaso fue el gobierno quien coordino intencionalmente este arreglo de piezas? ¿Acaso fue una sola compañía la que minó, desarrolló, pensó y produjo todos los componentes necesarios para producir tu carro?

La respuesta claramente es no. Tu carro es el producto de un meta-sistema, un mecanismo internacional de coordinación y transferencia de información y productos controlado por nadie en particular del cual todos somos parte.

Este sistema opera bajo leyes bastante confiables que utilizan la información comunicada por los mecanismos de mercado. Un ejemplo. Supongamos que hay una sequía en un país productor de algún producto agrícola. Por esto, el productor necesita invertir muchos más recursos (e.g. mano de obra, maquinaria, horas de trabajo) para poder cumplir con la cuota necesaria para satisfacer la demanda internacional. El mercado, mediante el mecanismo de precios, informa a los compradores que debe transferir más recursos al productor si es necesario que continúe produciendo, por tanto, el precio del bien sube. Este nuevo precio permite al productor continuar con su producción e incentiva a  otros a que destinen sus recursos a la producción del bien. En cuanto a la demanda, disminuye la cantidad de compradores y proporciona el producto, ahora escaso, entre los compradores que quedan.

Que un gobierno sea tan orgulloso y vano en pensar que mediante legislación puede alterar los mecanismos de mercado está muy engañado. ¿Qué sucedería si en el ejemplo anterior, el gobierno estableciera un tope al precio del bien? Primero, el productor debe continuar satisfaciendo la demanda sin poder subsidiar la inversión de más recursos, lo cual lleva a mayor escasez. Segundo, los otros agentes productores del mercado no optan por producir el bien, lo cual reduce la cantidad eventual que estaría disponible. Tercero, la demanda continua al mismo precio, por lo cual no se suministra adecuadamente y se genera inclusive mayor escasez mientras que los primeros en acceder a la oferta acaparan las unidades disponibles del bien.

La legislación de regulación de precios es favorables a ciertos individuos en el corto plazo, ya que permiten que los primeros consumidores continúen consumiendo un bien a costa de la disminución de valor de los inventarios de los productores y de la escasez de los consumidores eventuales. Pero en el mediano y largo plazo, afecta a ambas partes, ya que genera una escasez impuesta del bien y disminuye los ingresos de los productores y los beneficios para los consumidores.

Pensar que un edicto o un decreto pueden solucionar las penas de transporte y del costo elevado del combustible de nuestro país es una arrogancia fatal. Además de eso, cobrarnos un impuesto para continuar el financiamiento de tal arrogancia es doble el insulto.

La solución de mercado sería eliminar los techos de precios y los impuestos sobre el combustible y desregular el mercado de transporte, eliminando los cupos para transporte selectivo.

Si el gobierno desea participar en la economía de transporte, lo recomendable sería realizar proyectos que en vez de beneficiar a ciertos grupos (e.g. subsidios a transporte selectivo) pare de dirigir fondos públicos a temas ridículos (e.g. publicidad estatal, torres financieras) y los destine a inversiones que benefician ampliamente a la sociedad (e.g. reparación de carreteras, un tren de pasajeros y carga de Chiriquí a Darién que facilitaría el movimiento de productos nacionales hacia la Ciudad y de productos internacionales hacia el interior).

Fuera de temas ideológicos, no hay legislación que pueda derogar o alterar las leyes económicas de oferta y demanda. La regulación de precios genera escasez, mercados negros y economías informales. Un gobierno educado en políticas económicas se aseguraría de evitarse estos problemas. Al final, la única buena escasez es aquella gubernamental.

* El autor es director de la Fundación Libertad de Panama.

Fuente: Fundacion Libertad (Panama)

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