Tras más de cuatro años de negociación oficial, el evento que de por sí ya lleva muchísimo retraso, volvió a fracasar ayer 23 de Marzo, fecha en que el Presidente Juan Manuel Santos había prometido al pueblo colombiano que se firmaría la paz con los narcoterroristas FARC. Los analistas están empezando a perder la fe en alcanzar la paz incluso a cualquier costo, estrategia propuesta por Santos que hasta incluye que el presidente pueda nombrar como legisladores a algunos miembros del grupo narcoterrorista.

Pese a haber creado una comisión ejecutiva y varios grupos de trabajo que han abordado en paralelo los temas pendientes de negociación, volvió a fracasar la firma de la paz en Colombia. Al parecer hay varios temas de peso que una vez más quedaron en el tintero: la entrega de armas militares por parte de los terroristas, el cese al fuego bilateral y el establecimiento de zonas de concentración.

Está más que claro que tras sufrir más de medio siglo de violencia, muerte y destrucción, la amplia mayoría de la sociedad civil colombiana desea un futuro de paz para su país. Pero los colombianos se encuentran fuertemente divididos entre aquellos que apoyan la estrategia de Santos y los que no la apoyan como medio efectivo de alcanzar la paz.

Estos últimos argumentan que acordar la total impunidad por los innumerables crímenes de lesa humanidad cometidos por los narcoterroristas para luego poder nombrarlos a dedo desde el poder ejecutivo para ocupar el puesto de legisladores, está lejos de respetar los criterios mínimos de justicia y viola la constitución colombiana en distintos puntos fundamentales. Este último punto es de gran importancia ya que los guerrilleros de las FARC no sólo quieren salvarse de pagar cárcel por todos los crímenes cometidos sino convocar desde el congreso a una constituyente que reformaría la constitución de Colombia al gusto y placer de un grupo que no cree ni en la democracia, ni en la república, ni en los beneficios de la libertad.

Pero la ambición de las FARC no se remite sólo a la rama legislativa, sino que pretenden además ocupar puestos ejecutivos en los casi 1200 pueblos que conformar la República de Colombia. Este intrincado proceso se ha venido dando con innumerables desencuentros entre las partes e irregularidades difíciles de comprender tales como la aparición con vida de narcoterroristas que habían sido declarados muertos por el mismo gobierno de Santos y que ahora ocupan un lugar en la mesa de negociaciones que tiene lugar en la Habana, Cuba.

Colombia se encuentra entonces ante una encrucijada de gran importancia. El proceso de paz a cualquier costo que esta siendo negociado y cuya naturaleza parece entenderse muy poco desde fuera del país, pone en peligro muchísimas cuestiones básicas indispensables para un futuro de paz y prosperidad para todos los colombianos.

Fuente: HACER