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Argentina

#Argentina A un año de la salida del cepo – por Javier Milei

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Hace un año, el Gobierno de Cambiemos, pese a los pronósticos catastróficos que vaticinaban una crisis de proporciones descomunales, decidió comenzar el proceso de liberación del mercado cambiario, esto es, levantar el cepo. Así, en línea a lo que predecía la buena teoría económica, el precio de la moneda extranjera (el dólar) se ubicó en un punto intermedio entre el precio oficial y el que surgía del mercado paralelo. Sin embargo, más allá de la cuestión fáctica de la salida, y en especial por los efectos colaterales de la medida, vale la pena analizar dos cuestiones: en el plano normativo, que señala los motivos por los cuales se debía salir del cepo, y las consecuencias económicas del tipo de salida que se ha elegido.

El plano normativo de la salida del cepo

La restricciones en el mercado cambiario (cepo) fijadas por el kirchnerismo implicaban fijar un precio para la moneda extranjera (el dólar) debajo de su nivel de equilibrio (de ahí la existencia de brecha), lo cual generaba un exceso de demanda que se traducía en un exceso de oferta generalizado en el resto de la economía. Así, estos excesos, en el mercado de bonos, implicaban altas tasas de interés; en el de bienes, un PBI por habitante decreciente; en el de trabajo, pérdidas de empleos privados (maquillado con empleos públicos para que no aumentara la tasa de desempleo al tiempo que aumentaba el déficit fiscal); y en el mercado de dinero, una elevada inflación. Esto es, la decisión de intentar ocultar los efectos sobre el tipo de cambio y los precios fruto de un abultado desequilibrio fiscal que se financiaba principalmente con emisión monetaria (y reservas) al tiempo que privó al país de aprovechar el contexto internacional (términos de intercambio 30% mejores a los de la salida de la Segunda Guerra Mundial y tasas de interés nulas) más favorable que ha tenido en su historia.

Por otra parte, tampoco quedaba margen fáctico para continuar con el aumento del gasto público financiado con emisión y tipo de cambio administrado, ya que las reservas netas eran nulas. Esto es, de los 25 mil millones de dólares que se informaban, cuando se limpiaba el swap con China, las reservas de los bancos por sus depósitos en dólares y la deuda con los importadores, el Banco Central (BCRA) carecía de poder de fuego para sostener el tipo de cambio. Por lo tanto, frente a esta realidad, no abrir el cepo implica recrudecer los controles y hundir aún más a la economía.

Consecuencias macroeconómicas de la salida del cepo

-El desequilibrio monetaria heredado y la híper que no fue

La literatura tradicional sobre economía internacional monetaria sostiene que, bajo un sistema de tipo de cambio administrado (en el caso extremo, tipo de cambio fijo), el exceso de emisión monetaria por encima de la demanda de dinero genera como resultado una pérdida de reservas internacionales y, en el momento en que caen debajo de un nivel crítico, estalla una crisis de balanza de pagos. Al mismo tiempo, si existen restricciones sobre las compras de moneda extranjera, comienza a registrarse un exceso de moneda doméstica, lo que en la literatura se conoce como excedente de pesos (money overhang), un fenómeno no menor al momento de levantar las restricciones en el mercado de cambios, ya que esa fuerza reprimida conduce a una sobrerreacción en todos las variables de la economía.

Naturalmente, la presencia conjunta de déficit fiscal financiado con emisión de dinero y restricciones en el mercado cambiario (cepo) generó un sobrante monetario que para finales de 2015 llegó a sumar unos 200 mil millones de pesos, lo cual equivalía a 4% del PIB. Excesos de dinero de semejante magnitud a lo largo de la historia argentina se han registrado en los años 1959 y 1975. En ambos casos, la tasa de inflación se multiplicó por seis veces, pasó de niveles del 20% al 120% y del 30% al 180%, respectivamente, con caídas del PIB del orden del 6% en el momento más agudo del estallido.

Para medir la magnitud del problema, si consideramos que durante los ocho años de Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner la cantidad de dinero creció un 546% y los precios, según el Congreso, lo hicieron en un 517% (un 95,5% de la emisión se transformaba en inflación) y que Alejandro Vanoli dejó la cantidad de dinero creciendo al 47%, número que, dada la bomba de los futuros, trepaba al 80%, la inflación subyacente se ubicaba en torno al 80 por ciento. A su vez, frente a la inexorable apertura del cepo por inconsistencia macroeconómica, acorde a lo que ha mostrado la historia, la tasa de inflación hubiera trepado a niveles del 500% junto a una caída del PIB del 6%, con niveles de pobreza superiores al 60 por ciento. Una verdadera catástrofe.

En los hechos la catástrofe no ocurrió fruto de una profunda política de esterilización monetaria vía la colocación de Lebacs. De este modo,evitar la hiperinflación implicó que el stock de Lebacs pasara de casi 300 mil millones de pesos a unos 700 mil millones de pesos. A su vez, del stock habría que limpiar 200 mil millones de pesos que tienen como contrapartida la compra de 14 mil millones de dólares y que, frente a saltos en el tipo de cambio, no sólo genera resultados positivos para el BCRA, sino que además le brinda poder de fuego ante un ataque especulativo contra la moneda. Por lo tanto, con la esterilización por medio de Lebacs, más el acuerdo por la deuda con los importadores, los dólares aportados por los productores de soja y las intervenciones puntuales del BCRA (vencimientos de futuros) se logró evitar la hiperinflación.

-Las implicancias sobre el lado real de la economía

Si bien la salida del cepo no derivó en un desastre y el BCRA con magistral destreza evitó una hiperinflación, ello no significa que la metodología para la salida haya sido la óptima. Concretamente, al momento de salir del cepo, el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, desestimó la existencia del sobrante monetario y, fruto de ello, desestimó llevar a cabo una colocación de bonos que limpiara el exceso de pesos.

De haberse secado la plaza de pesos mediante la colocación de un bono en cabeza del sector público (algo natural, dado que el sobrante de dinero es fruto del financiamiento al fisco con mercado cambiario restringido), el poder de fuego del mercado para comprar dólares hubiera sido el mismo que el de un revólver sin balas, por lo que el precio de la moneda extranjera se hubiera asimilado mucho más al tipo de cambio oficial que al paralelo, lo que hubiera cambiado de cuajo la situación futura del equilibrio macroeconómico. Por un lado, el precio de los alimentos hubiera subido muchísimo menos, con lo cual el impacto sobre los sectores más vulnerables hubiera sido notoriamente menor y menos oneroso de sostener. Este punto no es menor, ya que la suba del precio de los alimentos comprimió la capacidad de compra de otros bienes, lo cual profundizó la recesión asociada al cambio de precios relativos en una economía muy poco flexible.

Por otro lado, la necesidad de llevar a cabo un profundo proceso de esterilización de dinero obligó al BCRA a trabajar con niveles de tasa de interés que no han contribuido positivamente a la expansión de la economía, lo que agudizó el cuadro recesivo.

Reflexión final

La falta de reservas y los desequilibrios macro derivados del cepo requerían una salida urgente. Sin embargo, el método seleccionado ha distado de ser el óptimo, ya que ha implicado un deterioro de las condiciones sociales y ha profundizado la caída en el nivel de actividad. A su vez, si bien se ha ganado una batalla contra la hiperinflación, el stock de Lebacs dice que la guerra no ha terminado. En función de ello, esperemos que la corporación política y su irresponsable despilfarro fiscal dejen de sabotear los logros del BCRA, ya que, en su defecto, los daños sobre la sociedad serán enormes.

Fuente: Infobae (Argentina)

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