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Guatemala

Guatemala: Marchas estudiantiles violentas: Capucha impune – por Jorge Jacobs

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JorgeJacobsTodos los años por estas fechas los guatemaltecos enfrentamos el abuso y ataque de supuestos estudiantes sancarlistas, quienes, escondidos tras el manto de la impunidad en forma de capucha, extorsionan a quien pueden, especialmente a verdaderos estudiantes universitarios pero también al público en general. ¿Será que algún día podremos salir de esta maldición? Si los “huelguistas” realmente quieren acabar con ella, deben empezar por ser ellos quienes renuncien a la impunidad. Con cada año que pasa, parece ser que el nive de abuso y extorsión de parte de los huelguistas se incrementa. Esto ha sido especialmente cierto en la ciudad de Quetzaltenango, donde los supuestos sancarlistas se han convertido en peores extorsionistas que los mareros.

En algunos casos han llegado a pedir hasta Q50 mil a los comerciantes para no “atacarlos”. Justo la semana pasada estuve por allá y me contaron la historia del dueño de una gasolinera que se hartó de las extorsiones de los pseudoestudiantes y se les plantó cuando llegaron a pedirle dinero. Activó una de las bombas de gasolina, regó la misma y con un encendedor en la mano los amenazó con que se acercaran y todos, incluyéndolo a él por supuesto, morirían. Los encapuchados huyeron y no regresaron.

¿Por qué tiene un ciudadano honrado y trabajador que llegar a esos extremos para defender su propiedad? Simplemente porque el Gobierno, que debería hacerlo, ya que es una de sus principales funciones, se hace de la vista gorda y voltea la cara. Una cosa es que los estudiantes quieran llevar a cabo una tradición centenaria como lo es la Huelga de Dolores, con sus desfiles y celebraciones, y otra muy distinta que se escuden en ella para cometer delitos. Las extorsiones que cometen los huelguistas no son una “tradición”, son un crimen, y como tal deberían ser tratadas por las autoridades. Los huelguistas que cometen extorsiones son criminales.

La salida fácil que dan los dirigentes estudiantiles es que quienes cometen los abusos son “infiltrados”, no estudiantes. Es muy fácil dar esta excusa cuando todos se escudan bajo el manto de la impunidad que les da la capucha. Es de esperarse. No hay cobarde que tras la impunidad que le da el anonimato no se sienta valiente. Antes tenían la excusa de que de otra manera los desaparecían, pero ahora esta ya no es válida.

A estas alturas del partido, los dirigentes estudiantiles ya se deberían haber percatado de que la capucha —que además, por si no lo recuerdan, es ilegal— no hace más que meterlos en problemas y ganarles el desprecio de la población. Si los verdaderos huelguistas quieren recuperar sus tradiciones, deberían ser los más interesados en acabar con los abusos que cometen “los infiltrados”. Desde mi perspectiva, la mejor manera de hacerlo es quitarse la capucha y dar la cara.

Por otra parte, las autoridades están en la harta obligación de perseguir y capturar a quienes, escudados en la tradición, cometen delitos contra el resto de la población. Esto no debería ocasionarles los problemas que temen de parte de los huelguistas, ya que ellos mismos acusan a los delincuentes de ser “infiltrados”. Entonces, ¿por qué no hacen nada?

Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)

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