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US: Alejandro Chafuen afirma “El gobierno americano se ha habituado a vivir por encima de sus ingresos” – por Jorge Rebella

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El crecimiento del tamaño del Estado lleva a que los gobiernos no encuentren una forma genuina de equilibrar los egresos con los ingresos. Por consiguiente, los burócratas siempre están tentados a manipular perversamente la moneda: incrementando la emisión, monetizando la deuda e incentivando el apalancamiento, afirmó Alejandro Chafuen, presidente de Atlas Economic Research Foundation, un “think tank” con sede en Washington que defiende los valores del libre mercado. A continuación un resumen de la entrevista con ECONOMIA & MERCADO durante su reciente visita a Montevideo.

– Si bien ya se habla de que han aparecido “brotes verdes” en las economías de Estados Unidos y China, ¿está el fin de la crisis global “a la vuelta de la esquina”?

– Se ha conocido que los niveles de actividad de las economías estadounidense y china muestran síntomas de mejoría. La diferencia radica en que la información en Estados Unidos es muy transparente, aunque no tanto como algunas décadas atrás, ya que los medios de comunicación pueden monitorear absolutamente todos los indicadores. En cambio, las cifras procedentes de China son menos fiables porque el régimen autoritario imperante en ese país permite ocultar y manipular los datos económicos. De todos modos, la profundidad de esta crisis global es de tal magnitud que la recuperación de las economías de ambas potencias puede resentirse en cualquier momento.

– ¿Por qué piensa que la economía estadounidense puede sufrir una recaída?

– Sin duda la readecuación de su sistema financiero va a llevar cierto tiempo luego de la explosión del gasto público que se viene dando en el último decenio. El presidente George W. Bush aprobó un gasto público superior a los US$ 2 trillones (norteamericanos) a comienzos del año 2000 y esa cifra descomunal se duplicó al cabo de diez años. La semilla de la irresponsabilidad fiscal ya fue sembrada y al crecer se ha convertido en un cáncer para la economía de Estados Unidos.

– ¿No ha sido la gran inyección de fondos que dio, primero, el gobierno de Bush y, luego el de Obama, una buena solución para sacar del pozo a la economía estadounidense?

-Esa ayuda ha contribuido a reactivar varios sectores de la economía, pero algunos aún continúan muy deprimidos y otros, como la banca, ni siquiera se han sincerado. Habrá que esperar mucha volatilidad en la economía norteamericana porque no se sale fácilmente de semejante crisis, sobre todo luego que el gobierno se ha acostumbrado a vivir por encima de sus ingresos financiando el déficit fiscal mediante la emisión de papel moneda. En resumen, los burócratas siempre proponen más de lo mismo para solucionar el problema.

– Contrariamente a su preocupación por el incremento del gasto público, los países del G20 y de varios organismos multilaterales de crédito han recomendado a los gobiernos que estimulen los egresos del Estado y repriman la preocupación por el déficit presupuestario para detener el deterioro de la economía global. ¿Qué opina al respecto?

– Los integrantes del G20 son representantes de los gobiernos. Por lo tanto, sólo transmiten los puntos de vista de quienes los designan. Pero, en concreto, la solución propuesta para expandir el gasto público durante este período recesivo podría resultar peligrosísima en el largo plazo si no se tiene un plan bien estructurado para generar la confianza en los mercados.

– ¿En qué debería consistir ese “plan bien estructurado para generar la confianza en los mercados”?

– Los agentes económicos sólo recobrarán confianza cuando vean que las autoridades correspondientes entiendan que fue el gasto público y la falta de confianza en las fuerzas de mercado, los que le dieron combustible a esta burbuja. El 70% del mercado de servicios monetarios y financieros estadounidenses estaba controlado por el Estado. Más de lo mismo no va a generar confianza. Un plan para simplificar y reducir regulaciones a efectos de hacerlas más efectivas, así como para acompañar los esfuerzos de absorber liquidez con un programa rápido de apertura económica y reducción de impuestos, es lo único que puede prevenir que el gobierno de Estados Unidos no siga el ejemplo de Japón, que exhibe bajo crecimiento económico, o el de Argentina de los años cincuenta cuando comenzó un camino de degradación casi continua de la moneda.

Salida de la crisis

– A su juicio, ¿cuál es el principal problema que aqueja a la economía global en la actualidad?

– Por cierto el problema más serio es pensar que si algo anda mal en la economía, el Estado lo va a solucionar. Se ha dicho que el mundo cayó en un “neoliberalismo” a fines del siglo XX; pero, en realidad, las actuales dimensiones del Estado son cinco veces mayores a las de cien años atrás. En consecuencia, hoy tenemos un gasto público descomunal que no condice con las funciones específicas de un gobierno consistente con la sociedad libre. A su vez, esa sobreabundancia de actividades estatales es exacerbada por un sinnúmero de regulaciones que abarcan un campo inimaginable. La maraña de disposiciones legales existente fomenta la corrupción de todo tipo, dándole trabajo a una legión de expertos que se dedican a encontrar todas las formas posibles de eludir el cumplimiento de la normativa regulatoria.

Asimismo, el crecimiento del tamaño del Estado lleva a que los gobiernos no encuentren una forma genuina de equilibrar los egresos con los ingresos. Por consiguiente, los burócratas siempre están tentados a manipular perversamente la moneda: incrementando la emisión, monetizando la deuda e incentivando el apalancamiento.

– Luego de la caída de grandes instituciones financieras y su rescate por el gobierno estadounidense, ¿se puede volver a confiar en que el libre mercado sea la mejor forma para que funcione la economía?

– Hoy el libre mercado resulta un blanco muy fácil para culparlo por la crisis global que se desató en 2008. Si bien no creo en la santidad de los empresarios privados, ya que muchos actuaron en forma perversa, en realidad fueron los burócratas quienes crearon las condiciones para que la economía estadounidense estuviera al borde del colapso. Sus políticas de crédito para la compra de viviendas fueron desastrosas. Empresas creadas y garantizadas por el estado como Freddie Mac y Fannie Mae prestaban dinero a gente sin ingresos suficientes para pagar sus deudas hipotecarias. Estas llegaron a endeudarse por un monto increíble: US$ 5 trillones (norteamericanos), aproximadamente un tercio del PIB, y apalancadas 1.000 a 1, en comparación con un apalancamiento de 10 a 1 de la banca comercial y de 30 a 1 de la banca de inversión.

– ¿Cómo se gestó esa política crediticia?

– Fue el presidente Clinton quien prendió la mecha cuando puso como meta que esas firmas prestaran más del 50% de sus carteras a la gente menos pudiente, pese a que analistas amigos de su administración, que escriben en el New York Times, advirtieron sobre lo peligroso de esta política.

Eso terminó con las agencias federales rescatando a estas empresas paraestatales, bancos y compañías financieras que cometieron graves irregularidades en el manejo de fondos. El camino elegido es justamente el opuesto al que se debería transitar ya que genera un riesgo moral muy dañino para la economía, dado que la recuperación de esas instituciones está siendo costeada por los que pagan impuestos, en lugar de sus accionistas y ejecutivos. La mayoría de los contribuyentes no viven en Nueva York o Washington y nunca se beneficiaron con la burbuja.

– Pero, ¿no fue el salvataje de los bancos estadounidenses que iban directo a la quiebra el mecanismo que impidió el colapso del sistema bancario de ese país?

– El pánico se desató en Wall Street cuando se dejó caer a uno de esos bancos, Lehman Brothers, en forma distinta a los demás. También se inventaron nuevas reglas para el salvataje a los depositantes de Washington Mutual, pero se le quitaron sus derechos a los tenedores de bonos. Esa discrecionalidad causó un shock de confianza enorme en el sistema bancario estadounidense. Incluso figuras conservadoras, como Steve Forbes, aprobó el primer salvataje de US$ 700.000 millones. Luego vinieron más salvatajes y el apoyo financiero a General Motors. Asimismo, se salvó a AIG en gran parte para proteger en forma escandalosa a Goldman Sachs.

Algunas de estas acciones quizás impidieron una explosión aún mayor de la economía de Estados Unidos, pero yo critico más la forma despareja y mal estructurada en que se realizaron estos rescates y que ahora dificultan la salida de la crisis. La forma menos peligrosa de sostener al sistema financiero hubiera sido protegiendo a los depositantes de esos bancos y parcialmente a los acreedores -como, por ejemplo, a los de la aseguradora AIG- en lugar de permitir que esas instituciones continúen operando con sus mismos directivos y que algunos de esos banqueros sigan ganando fortunas pese a que contribuyeron a destruir tanta riqueza.

– A esta altura de los acontecimientos, ¿cuál sería la vía más adecuada para salir de la crisis en Estados Unidos?

– Se requiere más transparencia, una moneda menos “politizada” y que los banqueros y los dueños de los bancos, paguen por sus malas percepciones y decisiones de riesgo. Hay que reducir las posibilidades de que cuanto más grande sea una institución financiera más difícil resulte que caiga porque el gobierno vendrá a salvarlas. El economista Allan Meltzer, que ha asesorado al Banco Mundial, declaró recientemente en el Congreso de Estados Unidos que se debe avanzar hacia regulaciones que se controlen y cumplan. En este sentido, quienes deben tener más incentivos para su efectivo cumplimento son los dueños de las empresas, o sea los accionistas, y no los reguladores.

Regulaciones

– ¿No ha tenido su cuota parte de responsabilidad en esta crisis la política desregulatoria del mercado financiero norteamericano de los últimos treinta años?

– La eliminación de las barreras entre los bancos de inversión, la banca comercial y las compañías aseguradoras facilitaron el accionar perverso de AIG, Citi y otros; pero eso no fue el elemento determinante de la crisis. Durante estas décadas también se aprobó una batería de regulaciones de todo tipo, como las de los préstamos a la vivienda. Esto llevó a un integrante del Competitive Enterprise Institute a titular un reciente estudio en forma jocosa “Los 10.000 Mandamientos”. Cuando estalló la crisis, el costo regulatorio de los bancos, especialmente después de la regulaciones fruto de la Ley Sarbanes-Oxley de 2002 y la Patriot Act de 2001, era el más alto de la historia.

– Entonces, ¿dónde radica el defecto regulatorio del sistema financiero de Estados Unidos?

– En realidad, no son regulaciones lo que faltan en el sistema financiero estadounidense, sino los incentivos dañinos que crean las malas normas, y el incumplimiento de las sanas. Un estudio comparativo de la política monetaria en Estados Unidos y Canadá, elaborado por Michael Walker del Fraser Institute, señala una gran similitud en las mismas. Sin embargo, destaca que la principal diferencia radicó en los incentivos aprobados por el gobierno estadounidense para que la banca otorgara créditos hipotecarios que, de hecho, representaban una garantía pública a deudores “ninja” (en inglés, sigla que significa: sin ingresos, sin empleo, sin activos). Esto llevó a la cuasi-nacionalización de Freddie Mac y Fannie Mae.

Las regulaciones en Estados Unidos amenazaban con sancionar a las instituciones bancarias que no destinaran un determinado porcentaje de sus activos a préstamos para la compra de vivienda de los sectores de la población de menores ingresos. Ese tipo de disposiciones, en cambio, no existe en Canadá.

– ¿No hubo algunas lagunas en la regulación del sistema financiero?

– En el único sector donde hubo un vacío regulatorio fue para muchos de los “derivatives” (N. del R.: en inglés, derivados que designan a un producto financiero cuyo valor se basa en el precio de otro activo; se trata de contratos financieros destinados a cubrir los posibles riesgos que aparecen en cualquier transacción de ese tipo) que era un área nueva y muy compleja y, por consiguiente, resultaba muy difícil reglamentar su operativa. A través de estos instrumentos financieros, los empresarios y los banqueros de siete grandes zonas de Estados Unidos, sobre todo en California, aprovecharon para estructurar activos con valores ficticios. Las calificadoras de riesgo, con el visto bueno del Estado, también fueron cómplices. Luego los potenciaron virtualmente y los presentaron como si fueran sanos. Como el sistema monetario y financiero estadounidense está tan centralizado en el Estado, hoy los platos rotos los están pagando todos contribuyentes, incluso, como dije antes, quienes viven en zonas que fueron totalmente ajenas a la burbuja inmobiliaria.

Inflación previsible

– ¿Prevé que se empiecen a sentir los efectos inflacionarios en la medida que se recupere la actividad económica en Estados Unidos?

– Si bien existen posiciones encontradas, es factible que la inyección de capital que ha puesto el gobierno federal genere una aceleración de la tasa de inflación en los próximos años. Ese momento de rebrote inflacionario quizás sirva para adoptar un nuevo esquema monetario que permita una menor manipulación del gobierno. Lamentablemente, en los últimos tiempos ha aparecido el síndrome argentino en Estados Unidos y algunos economistas proponen la politización de toda la economía, incluyendo que la Reserva Federal actúe de acuerdo con las órdenes del político de turno.

El “Tea Party” tiene 20 millones de afiliados

– ¿Cómo han reaccionado los ciudadanos estadounidenses que generalmente se identifican con el partido Republicano ante la actual política intervencionista del Estado en la economía?

– Ha surgido un movimiento político que nuclea a unos 20 millones de personas, llamado Tea Party Movement, de tendencia “libertario populista”. Las declaraciones del periodista Rick Santelli en febrero de 2009 prendieron la mecha. El movimiento apunta a tres grandes objetivos: responsabilidad fiscal, gobierno limitado por la Constitución y libre mercado. Esta enorme cantidad de adherentes, que igualan o superan al número de activistas contrarios a la Guerra de Vietnam cuarenta años atrás, están decididos a rebelarse contra la arbitrariedad del Estado y también ven como enemigos a las grandes instituciones financieras que trabajan en conjunción con el gobierno para aumentar sus privilegios a costa del sacrificio económico de los contribuyentes.

Exigir mayores reservas a las grandes instituciones bancarias

– ¿Cómo podría funcionar mejor el sistema financiero estadounidense?

– El sistema financiero funcionaría mejor si se hiciera lo mismo que se ha hecho para el crecimiento en otras áreas de la economía: tener mayor respeto por la propiedad privada, por los contratos y por la competencia, así como permitir que compitan diversas monedas, es decir que la gente pueda pactar sus contratos en cualquier divisa como ya se hace en algunos países.

– ¿Es conveniente que existan dos o tres megabancos en Estados Unidos, teniendo en cuenta que el gobierno no pudo controlar eficientemente a los grandes bancos antes de la crisis?

– El número de bancos ideal debería ser determinado por el mercado, pero este mercado está muy intervenido. Mientras continúe ese sistema mixto, hay consenso entre los economistas norteamericanos en que se requiere imponer un nivel más alto de reservas a los bancos más grandes para que tengan un colchón de capital en caso de que se produzca una crisis. Antes de la creación de la Reserva Federal, los bancos no estaban apalancados. Si caían, los costos los pagaban los dueños, no los contribuyentes. Exigiendo mayores reservas a las grandes instituciones bancarias, habrá más incentivos para el desarrollo de bancos medianos y pequeños, y menos riesgo moral de salvar a los grandes que cometan más errores.

Ficha técnica

Alejandro Antonio Chafuen, nacido en Argentina y ciudadano de Estados Unidos, 55 años, posee un Ph.D. en economía con distinción del International College de Los Angeles, California. Desde 1991, es presidente de Atlas Economic Research Foundation, con sede en Washington e integrante de la sociedad Mont Pelerin desde 1980. Antes de emigrar fue profesor asociado en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Católica y Eseade (Argentina). Es autor del libro “Raíces cristianas de la economía libre de mercado”, (El Buey Mudo: Madrid, 2009) con ediciones en varios idiomas.

Fuente: El Pais (Uruguay)

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